XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


COMO ALMA POSEIDA POR EL DIABLO

Boris Bueno

¿Desde hace cuánto que corre, desde hace cuánto se esconde?, se pregunta algún tipo de ánima poseída dentro del pobre Eladio, pero si nadie te viene siguiendo, siempre suele decirle la buena de Silvia, quien ha vivido con el corazón en la boca desde que le dijo sí en la iglesia. Todo ha sido sólo vértigo con apenas tiempo para un verdadero beso, apreta el puño el miserable pero ágil y astuto hombre, le va la vida en su cintón rojo sangre y piensa en su carrera, como los que piensan, luego habrá tiempo Eladio de arreglar todas las cosas que te atañen. Siente el bufido de todos sus demonios en la nuca y se concentra en la vuelta del callejón y al pasar por la ventana de Eulalia como alma que lleva el diablo, ésta le espeta: Va a ser una hembra!. -Se llamará Manuela, se dice el pobre Eladio, aunque sea de Fermín, será hija mía, Silvia, perdón por ausentarme, perdón por lastimarte en mi endemoniada carrera.  

LO QUE SAN FERMÍN UNIÓ…

Iván Parro Fernández

La niña contempló a su abuela sonriendo y en voz alta leyó:
– Estaesfea, estafeleta. ¡Jo! Amona, ¿qué pone aquí?
– Estafeta, Miren, calle Estafeta.
La octogenaria evocó su juventud cuando conoció al gran amor de su vida, a su Julen del alma, aquel que arriesgó su propia vida para salvar la suya.
Un escalofrío recorrió su cuerpo como lo hiciera sesenta años atrás, cuando advirtió su presencia. Era un muchacho de pelo corto y ojos negro azabache, que como un inesperado Manolete, plantó cara al astado que venía hacia mí, protegiéndome de una segura cogida.
Lanzó una mirada al cielo, y con emoción contenida pronunció un ¡Gracias! que resonó en la inmensidad del universo, deseando ardientemente que llegara hasta su Julen allí donde estuviese.
La niña, preocupada por su abuela triste, se interesó:
– ¿Qué pasa amona? ¿Por qué lloras?
– Tranquila, neskatoa, sólo son recuerdos. Me he acordado de tu aitona, que aunque tú no lo conociste fue un gran hombre. Hace muchos años, aquí mismo, el día de San Fermín, me salvó la vida. Y le echo de menos. Por eso cada 7 de julio le recordamos, acercándome a esa esquina donde me salvó, donde empecé a vivir, porque lo que San Fermín unió que no lo separe nadie…