ÚLTIMO BESO
Nerea Ugalde Ustárroz
Sé que ha llegado el momento. Llevo casi un año imaginándome cómo ocurriría. Incluso, lo he practicado en mi casa a escala doméstica, pero claro, con la distancia todo se ve más fácil.
-Una promesa es una promesa- escucho.
Noto que mi corazón se acelera conforme oigo las primeras notas de la Polonesa. “Tarará, tarará, tararáááááá”, canto en mi cabeza olvidándome por un instante de lo que irremediablemente voy a presenciar. Un niño nos empuja y me saca del ensimismamiento.
– Aimar, es la hora. Esther Arata está esperándote, –oigo decir a mi madre nerviosa mientras se hace un hueco entre la multitud e intenta no perder de vista a mi hermana que se ha puesto a perseguir a un zaldiko.
Mi corazón se acelera. Sé que lo prometí, pero ahora no quiero. La angustia me invade y tengo ganas de llorar. ¿Por qué tengo que decir adiós? ¡No quiero! “¡No, no y no!”, grito.
Pero contra la voluntad de las madres no hay nada que hacer y de un rápido tirón la mía acaba con mi rabieta. Entre lágrimas, veo cómo mi chupete se aleja al compás del baile de la reina y, desesperado, le lanzo un último beso.
CAUTIVADA POR SAN FERMÍN
Aurora Rapún Mombiela
Mi tía me preparó un bocata de chocolate para el camino. Me ceñí la faja roja sobre el único conjunto blanco que tenía y me dirigí sola, por primera vez en mi vida, hacia la plaza de los Fueros donde había quedado con mi amiga Nuria. Antes de que anocheciera ya me había presentado a toda la cuadrilla y nos habíamos reído hasta reventar. Del primer chico al que besé recuerdo el espeso pelo negro y el beso de tornillo de media hora durante la cual ninguno de los dos supimos cómo ni quién debía parar.
Del encierro que vimos desde el balcón de la calle Estafeta, el potente olor a toros que inundó nuestras narices antes incluso de que los viéramos aparecer resbalando en la curva. De mi adolescencia y mi juventud, recuerdo mis viajes a Pamplona en autobús, las jotas bailadas en grupo en las verbenas de la tarde, los tederetes, las barracas, los calimochos mezclados en bolsas de plástico; pero sobre todo recuerdo a mis tías, a mis tíos y a mis primos, siempre dispuestos a darme un hogar navarro y a hacer que todo eso quedara grabado en rojo sobre blanco bajo mi piel.