XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


SIN TÍTULO

Eduardo Viladés Fernández De Cuevas

Hace años que no tengo trabajo y estoy harto de espejismos y de falsas palmaditas en la espalda. Estoy sentado en la calle en una soleada mañana de julio. Es día 9 y tengo entendido que hace tres días que empezaron las fiestas de San Fermín. De hecho, un grupo de canadienses borrachos está lanzándose desde una fuente y el suelo está pegajoso, como hecho de merengue. A mi izquierda, un anuncio de una inmobiliaria me sorprende con su gancho comercial: “Estas fiestas elevamos tus sueños”. No puedo evitar sonreír de impotencia, un sentimiento que se mezcla en mi interior con rabia e ira. A mi derecha se sienta él. Va ataviado una sotana gris y porta un bastón de mando. Me recuerda a San Fermín de Amiens. Tantos años de educación judeocristiana me han servido para algo. Con su mirada consigue que mi turbación se convierta en calma, logra elevar mi corazón a la categoría de sueño. ¡Menuda gilipollez! En realidad, ese monje con vestimenta estrafalaria y trasnochada es mi propio yo cagándose en la realidad que le ha tocado vivir y en la algarabía de unas fiestas que no sirven para nada sino para gastar dinero municipal. Que os jodan a todos. 

FIESTA!

Jorge Isaacs Quispe Correa Angulo

Está esperando de pie, con sus puños y su valentía como únicas armas. De pronto, oye el barullo; luego ve a una muchedumbre vestida de blanco correr hacia él. Los deja pasar y ve frente a él seis toros furiosos que se le aproximan con el fin de pasarle por encima. Solo allí cae en cuenta de la situación y empieza a correr, riéndose como un loco mientras la adrenalina sube a mil por hora.
Piensa que, si ha sobrevivido a esta situación, lo del Minotauro en Creta, será tarea fácil. Por algo es Teseo, hijo de Poseidón.