XI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


POBRE DE MI

Jose Del Carmen Perez

Pobre de mi, limpio mis cuernos, oigo el txupitazo de la gloria frente a la Casa Consistorial, sacudo la calle con mis nervios, corono mis ancestros desde el abdomen, con la fuerza de mil bestias innombrables, lanzándome 849 metros con la encorvadura más relancina, tirando a diestra y siniestra por mi honor, mi pundonor y mi locura; como mi se me leyera la Fiesta de Hemingway entre cornada y cornada, alertado por un romance de guerra y muerte, no para presumir de Taurus letrado ni de fantasma de la Edad Media, de galán de feria entre los sanfermines ni darme un aire de divo de cuatro patas y pelambre rojiza en la tv internacional y los cables y los noticieros horrorizados ni en los espavientos de los criticones; sin pasar por las armas a nadie; nada de eso, no; sino para morirme de senectud, como lo hicieron mis antepasados de Segovia, de Logroño y Vitola, como en un cuento de hadas, coronado en la plaza de toros de Pamplona, al mediodía en punto, con un reloj de oro colgado de mi pescuezo, al lado del pañuelo rojo palpitante en mi corazón, como un desgraciado feliz. Pobre de mi… Gora San Fermín! 

JOHN

Pablo Lorente Muñoz

La Embajada de Estados Unidos pidió ayuda para localizar a John: varón, afroamericano, 300 kilos, hacía el Camino de Santiago. A los pocos días lo encontraron en un albergue cerca de Pamplona, sonreía mientras tocaba la guitarra y cantaba como los ángeles, aunque apenas se correspondía con la descripción. Les dijo a los policías que estaba bien, que era feliz y que no podía volver, que dijeran eso a su familia. Contó que era la tercera vez que hacía el camino, no pararía hasta que pudiera correr en los sanfermines; era su sueño.
Los policías pensaron que debía haber algún error en la descripción, ese tipo enorme no podía pesar 300 kilos, a lo mejor 150 sí, pero no 300; daba igual, John estaba bien y era feliz.
Dos años después, los mismos policías se fijan en un cartel, la cara del tipo les suena, más bien la sonrisa, y al final reconocen a John, quien va a actuar en uno de los conciertos organizados en las fiestas: lo anuncian como John el Peregrino.
Durante el encierro ven a un gigante delgaducho que sonríe mientras corre con la ligereza propia que da la felicidad de ver que, a veces, los sueños se cumplen.