Certamen Escalera Edición 4º peldaño


¡YA FALTA MENOS!

Teresita Acosta Martínez

¡Ya falta menos! se repite cada día cuando siente que las paredes la oprimen, el ambiente está denso y el ánimo se tensa. Corre a la ventana, la abre de par en par, inhala fuerte y llena sus pulmones de aire fresco.
Después vendrá la hora de tomar un vaso de agua, un trago o un café bien recargado. Buscará un chocolate que la endulce, un rayo de sol que la acaricie y desplegará sobre la mesa papeles y pinceles. Coloreará algunos garabatos, escribirá rimas y sus memorias.
Pronto la música sonará hasta aturdirla y ella comenzará a girar, bailando hasta caer agotada sobre el sillón, dando paso al sueño. En su cara se dibujará una sonrisa al saber que puede estar con sí misma y que ahora tiene tiempo.
Otro día, y ya van… no importa, otro día que llega para estar en su casa y disfrutar del espacio a su manera.
Ya falta menos para volver a cumplir horario, para salir de tapas, para retomar el ritmo habitual y salir a andar de nuevo.
 

MARIANA

Luis David San Juan Pajares

Apenas diez minutos después de abrir la ventana de su cuarto para tomar aire fresco y contemplar cómo el atardecer iba cayendo sobre las murallas de su pequeña ciudad, Mariana cerró los postigos y volvió a sus quehaceres.

Llevaba ya tres semanas sin salir de casa por voluntad propia, sometiendo la natural querencia a sus 23 años de dejarse envolver por una primavera que intuía arrebatadora. Ya falta menos, ¡ya falta menos!, se animaba al sentarse de nuevo en su escritorio.

Mariana, desde niña, quiso ser enfermera. El ayudar, el estar pendiente de los otros, era natural en ella. Quizá por eso fue desarrollando, sin pretenderlo, esas raras habilidades de saber escuchar y entender que el sacrificio propio es la única manera de estar disponible para los demás.

Mariana intentó concentrarse en sus apuntes. Sólo le quedaban dos asignaturas para terminar la carrera. Después del verano, podría dar lo mejor de sí misma recorriendo los pasillos y habitaciones de algún hospital, entregándose con una sonrisa a quienes la necesitaran y dejándose querer por ellos. Con la verdad del alma por delante, sin miedo. Sacudió la cabeza, se secó las mejillas y, esta vez sí, se enfrascó en sus apuntes. Ya faltaba menos.