XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


HERMANO, EL TORO

Omar Exequiel Quain

Yo digo no, y el animal dice sí, y las venas se fusionan en un solo embudo iluminado por luz solar, atiborrado de pañuelos rojos.
Los adoquines no permiten llegar al infierno, y la embestida de bestias que golpean cuerpos en movimiento, haciéndolos volar por los aires, al cielo. El juego es simplemente terrenal.
Con su lomo negro brillando el miedo oprime a la masa; corro con la gente por la calle desprendiendo carcajadas y alaridos, pues la palabra ha desaparecido en el instante en el que el portón se abrió, y los ojos como bocas con lenguas y dientes gritan, cuentan lo que viven por dentro.
El cielo aparece como testigo de un año que ha transcurrido, mientras la máquina del tiempo obliga a mirar hacia adelante y hacia atrás, haciendo que uno choque materias desconocidas, aferrándose a la improvisación, rodeado de balcones con espectadores de esta fiesta que es tradición popular.
Allí mismo mis pensamientos cayeron de rodillas al ver a uno de los toros de lidia vestido con túnica de alma perdida, parado, buscando el camino ya trazado, hermanándonos la sensación de estar por un momento desorientados; y de repente lo veo avanzar despojado de toda conciencia, atropellando sin razón. 

DESAFIO

María Paz Cumbreño Perdigón

Amanecía cuando una serpiente de fuego rompía la quietud de las nubes y como lobos hambrientos sedientos de sangre, una muchedumbre jadeaba.
Del otro lado de la vida como humanos indefensos, embestían las puertas de su campo pidiendo libertad y con una mágica furia sus patas volaban a la apertura de un sinsentido.
La multitud aullaba y al paso de un limitado y engañoso camino a la esperanza, los astados continuaban cuerpo a cuerpo con seres irracionales que jugaban a ser dioses.
De un blanco impoluto y condecorado con pañuelo rojo sangre y una cintura fajada del mismo color, se inmolan los amantes de una fiesta donde su primer patrón aboga por unos valientes marineros de tierra poco firme.
El corazón bombea cinco veces más de lo normal y animales de mil especies conjuran al santo para que se salve el que pueda.