XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL 6 DE JULIO

Manuel Cruz Cruz Ortiz De Landázuri

Camina despacio a través de la Ciudadela. Las lluvias de primavera quedan atrás, también los meses de confinamiento, la incertidumbre, el aburrimiento. Ahora se huele la hierba en el sol de julio. Este año no habrá fiestas oficialmente, pero las lleva por dentro. Se sienta en un banco a reposar, todavía hay tiempo, y recuerda años atrás, cuando las fiestas no estaban tan masificadas como ahora. Encierros sin guiris, gaitas en el ayuntamiento, bailes esporádicos en la Estafeta, en san Nicolás, petardos, chorizo, vino y estruendo. Eso era Pamplona. Los últimos años, mucha gente desconocida, demasiado bullicio. Quizás sea igual y todo es cuestión de años. Prosigue su paseo matutino, tal como recomiendan los médicos. Luego vino Hemingway, le pudo ver, en el 59. Estaba muy viejo el hombre, y no hacía más que beber en el Café Iruña. Todos querían una foto con el escritor. Pero tenía veinte años y le interesaba más el baile. Memorable también el 79, en que Superman voló por la plaza de toros. A lo tonto ha cruzado el pasaje de la Jacoba y se encuentra en el Ayuntamiento. Un minuto para las doce. 6 de julio. Gente congregada espontáneamente. Saca el pañuelo, lo alza, prepara la garganta… 

DONDE LAS DAN LAS TOMAN.

Alicia Marlene Rios Perez

Su negocio era modesto pero próspero. Ese día decidió cerrar temprano para disfrutar de las ferminadas. Para hacerlo, solo tendría que caminar una cuadra, doblar a la derecha, caminar otra cuadra y ya estaría en el centro del espectáculo.
Tan absorto estaba que no se percató que no había tirado la llave a la puerta de entrada. Caminaba despreocupado, cuando de la calle lateral venía corriendo la muchedumbre y detrás el enorme toro por su callejuela, cosa que no era habitual y como el espacio era poco, retrocedió corriendo hasta otra calle lateral donde pudo ver y oír el bullicio de las gentes y los resoplidos del toro.
– ¡Qué casualidad! –se dijo.
Volvió a tomar su calle y… otra vez La barahúnda del gentío y de otro toro, pero a la inversa: el toro venía delante azuzado por el gentío que corría detrás del, quien, al verlo, se lanzó enfurecido para cornearlo… corrió desesperadamente hacia su negocio empujando violentamente la puerta y entrando muy asustado. El toro quedó con los cuernos incrustados en la madera de la puerta.
Entonces, envalentonado le dijo a la bestia:
– ¡Hoy ganaste tú, pero mañana yo te vendo aquí echo bistecs!