XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


CARRERA DE RELEVOS

Amaia García Ruiz

No había corrido tanto en mi vida. Nadie me había cronometrado, pero juraría que fue así. Lo prometo. Tenía siete años y había batido mi propio récord.

Son los actos de valentía los que definen nuestro carácter intrépido. O los que buscan encontrar desesperados el sosiego. Vete tú a saber… A esa edad, mis cualidades aventureras estaban escondidas.

Mi cerebro infantil le echó valor. Aunque igual fue mi corazón. Vete tú a saber… Porque pensar, no pensé demasiado. Me puse de puntillas y me asomé a la calle.

Un lazo rojo desproporcionado. Seguro que fue lo primero que vieron aquellos ojos cuando me sobresaltaron asomada en mi escondite. Caravinagre le llamaban. Entonces, ahora y por siempre jamás.

Volví a correr. Sin parar. Sin parar hasta que mi madre me dio caza en la Plaza del Castillo, claro.

Nadie sabe cuándo, pero volveremos a vernos. Ya falta menos. Lo prometo. Tengo 28 años y todavía me acuerdo de esos ojos.

Aunque mis días como corredora de kilikis terminaron entonces, necesito estar en la carrera. Otra vez. Pero, no me tocará a mí. Sonreiré desde la barrera. Menos mal. 

MI PRIMER ENCIERRO

Michel González Basnueva

El calor abraza las fachadas. La brisa arrastra el olor de las flores. Han cerrado las calles. Ellos gritan eufóricos con su indumentaria blanca y ese pañuelo al cuello que los hace más osados. Veo, a través de la valla, como dejan besos en sus manos y se los lanzan a las mujeres. Son hombres decididos a enfrentar lo indómito. El sudor me corre por el pelaje, toca mis cuernos y cae al suelo. ¡Hoy será mi primer encierro!
Están ansioso por salir de sus celdas. Puedo verlos desde el balcón, escondido de la abuela, porque los tornillos que sujetan la reja están sueltos y provoca un chirrido cuando me acerco. ¡Pero tengo que verlos! Los toros sacuden la cabeza agitados. ¡Quiero crecer! Saltar la valla, ajustarme el pañuelo del abuelo al cuello y lanzarle un beso a mamá. ¿Tendré valor cuando llegue el momento?
Suena el disparo. Abren las puertas y los míos corren. ¡Yo corro! Se escucha un sonido metálico muy cerca. Los hombres no hacen caso, huyen de nosotros despavoridos. Un balcón se despeña en medio de la calle. Me detengo ante el cuerpo inerte de una cría de hombre que aun respira. Le protejo entonces para que no puedan aplastarle.