XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


UN BESO.

Juan José Riera Escandell

Casi podíamos saborear ya el rocío de la aurora. No habíamos dormido en toda la noche esperando que llegara este momento. Hacía escasos veinte minutos que Nuria había estado a punto de provocarnos un infarto introduciéndose en el encierro de la vaquilla. Nadie se esperaba que le echara semejante valor. Todos le conocemos desde la infancia y sabemos el tipo de chica que es. Y ninguno pudimos creerlo cuando vimos cómo saltaba la valla para introducirse en el recinto. «¡Estás loca, Nuria sal de ahí!» Ni siquiera tenía en cuenta nuestra presencia y aún menos nuestros gritos. Simplemente se dedicó a torear esa vaquilla además , y esto es lo más sorprendente, sin derramar una sola gota del calimocho con el que entró. Estuvo a punto de llevarse una embestida hasta en tres ocasiones. Hubo un guiri que corrió diferente suerte. «Haber estado más despierto, chico». Pensé. Ver a Nuria correr frente a la vaquilla me puso histérica. O eufórica. No sé. La cuestión es que no pude evitar besarla cuando salió, victoriosa, gritando mi nombre.

«¿Has visto eso Iratxe? ¿Lo has visto?» 

¡A SAN FERMÍN PEDIMOS…!

Javier Gartzia Lezaun

Javier se arrimó a la barra de “casa Marceliano” y pidió que le sirvieran el habitual “caldico”. Todavía faltaba una hora para el comienzo del encierro, pero algunos mozos comenzaron a ejercitar sus músculos en la trasera del ayuntamiento. Otros repasaban los cordones de sus alpargatas, mientras los más “serenos” ojeaban las noticias con el periódico vuelto del revés.
El sol mañanero adormilaba a los más trasnochadores.
A falta de media hora se dirigió a la cuesta de Santo Domingo donde ya se palpaba la inquietud en los mozos, que se saludaban de manera escueta dándose ánimo. El público agolpado en las barandillas permanecía expectante a cuanto ocurría ahí abajo.

Tras el primer “cántico” a San Fermín algunos van hacia su “sitio” en la cuesta, otros ya están. Son los momentos en que el corazón palpita más deprisa, aumenta la adrenalina.
Se espera expectante al repique de las campanas de San Zernin.
Ya falta poco.
Es el instante del rojo y blanco…
Del silencio…, hasta que silba el trueno y estalla espantando a los morlacos que emprenden veloz huida cuesta arriba.
Se está solo.
Suenan las pezuñas en el suelo y el grito en el aire.
Javier y los demás emprenden la carrera….