XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


COMO SIEMPRE

Jesús Maria Arregui Celaya

Los días anteriores al seis de Julio, como siempre, han sido de un ritmo frenético.

Paso por casa de mis padres, recojo la radio y algunas cosas más y, como siempre, les recuerdo la hora del almuerzo.

A la cuadrilla, la edad nos retiró del jolgorio del chupinazo en la plaza del ayuntamiento. Lo escuchamos por la radio y a continuación, por riguroso turno cada año, alguien del grupo lanza nuestro particular cohete antes de ponernos los pañuelos y brindar. Este seis de Julio les toca tirarlo a mi ama y a mi aita.

Ya son casi las doce. Llega el momento y siento la tensión. Desde el estómago, por el pecho y la garganta, me sube una inquietud que me humedece los ojos.

Miro a los protagonistas de este año. Su sonrisa me templa y me da energía para el gora y el viva, que surgen desde mi interior, impulsados por la fuerza y la ternura de sus miradas.

Prendo el cohete, nos ponemos el pañuelo y brindamos, como siempre.

…salvo que en esta ocasión dos fotografías ocupan su lugar (¡maldito virus!)

¡va por vosotros y por la fiesta!

(Pamplona-Iruñea 6 de Julio de 2021)

 

TY KHOROSSHY?

Mikel Mikeo Arrarás

Ilusión la misma. A las cinco ya estaba despierto. Decidió ponerse en marcha. Tras una laaarga ducha se vistió de riguroso blanco. Fajín anudado a la izquierda, pañuelico en el bolsillo. ¡Vamos! Comenzó a deambular por la silenciosa ciudad. No había casi gente por la calle y nadie vestía de blanco.
No parece seis de julio.
Decidió almorzar, no tuvo problemas para encontrar sitio, los bares estaban prácticamente vacíos. Almorzaba completamente solo, pero se sentía extrañamente acompañado. Tres viejos apurando sus cafés en la barra no le quitaban ojo de encima. Tras pagar decidió ir a la plaza del ayuntamiento aunque aún quedaban tres horas para el mediodía. Sonreía a unas caras que le miraban con extrañeza. Algunos, los más jóvenes, se reían tras cruzarse con él.
Me la suda.
Y llegaron las doce. Nadie salió al balcón, nadie prendió el chupinazo. Nadie saltaba a su alrededor, nadie gritaba ni bailaba. El silencio le permitió escuchar cada una de las doce campanadas. Con la última no lo pudo reprimir.
¡¡¡Gora San Fermín!!!
Y silencio.
Ty khorosshy?, le preguntó un policía alarmado por el grito.
Asintió avergonzado. Aquello no era lo mismo. No volvería a celebrar sanfermín mientras siguiera trabajando en Chernivtsi, suroeste de Ucrania.