XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EN MEMORIA DE UN PADRE.

Montserrat Martínez Alonso

7 de junio de 2020, el presidente del Gobierno acaba de anunciar en televisión la aprobación de las fiestas patronales en todo el país a partir de julio.
Luis, sin dudarlo un momento, llama a su amigo Alfredo que recibe la noticia entusiasmado.
En ese instante, el pecho se le encoge, su garganta se seca y emocionado, las lágrimas empiezan a brotarle a borbotones. Una enorme sonrisa de felicidad amanece en su cara.
Este año, más que ningún otro, necesita sentirse vivo fluyendo delante del toro, respirar su aliento.
Su padre, Don Luis, ha muerto. La pandemia se lo ha llevado. Se ha quedado solo.
Este año san Fermín será un reencuentro con amigos, vivencias y una historia, la de su padre y su amor a su tierra y al toro. Una historia de amor hacia una tradición y cultura que le pertenecían, que había mamado desde niño.

Ahora Luis correrá solo, sin la mirada atenta de un padre orgulloso, que buscaba al hijo sorteando en cada movimiento a la fiera, al toro. 

LA CIUDAD ENCANTADA

Sarai Valero Aguinaga

El pájaro nunca había volado sobre una ciudad tan tambaleante de alegría. Sabía que las personas eran unos animales extraños, a veces tan tristes; otras, tan muertos de risa. Nunca había llegado a imaginar que en la pequeña ciudad de Pamplona, al menos desde el 7 al 14 de Julio, no hubiera transiciones: entre la música y el vino, todos reían y bromeaban y llenaban sus días de risas y de bromas en un blanco y rojo infinito, sin acordarse de todo lo que dibujaba lágrimas en sus caras.
Todos parecían estar hechizados por la magia de Pamplona. La música nunca dejaba de sonar; las charangas, los conciertos, los himnos improvisados…llenaban de ritmo las idas y venidas de la gente, las carreras de adrenalina desafiando a los toros, los bailes que seguían tras cada amanecer, las peñas de pancartas multicolores…
Aunque había que andarse con cuidado porque, durante esa semana, los gigantes y los fuegos artificiales amenazaban con llegar al cielo de la ciudad encantada, queriendo, aunque solo fuese por un momento, ser también pájaros; y así observar desde el claro azul la música, las carcajadas, los bailes y las carreras de la gente, en esa caótica y aventurera espiral de los Sanfermines.