XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


AL DESPERTAR

ángel Silvelo Gabriel

Imaginó toros atrapados en la oscuridad. Corredores gritando. Mujeres llorando. Y una luz oscura. Sin embargo, al despertar, vio una paloma pintada en un mural. Una paloma con un pañuelo rojo anudado al cuello. Eso le resultó extraño. Luego miró a su alrededor y no se vio rodeado de personas con mascarillas en la boca y guantes en las manos. A su lado había un niño que no le miraba. Enseguida se dio cuenta de que a él no le importaba su amenaza. En ese instante creyó que su poder se había desvanecido. Ya nadie sentía pánico al verle ni al sentirle cerca. Y, de repente, cuando vio a los mozos en la calle y prepararse para un nuevo encierro, sintió cómo su soledad se convertía en una inmensa sombra a la que nadie atendía. Quiso correr, pero no pudo. Intentó gritar, pero no salió una palabra de su boca. Y una nueva luz, que lo iluminaba todo desde arriba, alumbró el cartel que, esta vez sí, anunciaba: San Fermín 2021, ciudad abierta.  

LA CORPORACIÓN

Ignacio Cortina Revilla

Los toros sintéticos comenzaron a utilizarse en los encierros de Pamplona mucho antes de lo que la gente se imagina. El primero se llamaba Quintanillo e incluso corneó a un mozo (por supuesto, sin consecuencias), tal y como estaba programado. Nadie notó la diferencia con un biológico porque Quintanillo respiraba, corría y embestía igual que si fuera de carne y hueso.
Al acabar el encierro, fue separado del resto de astados para examinar su software y hardware a fondo, con minuciosidad forense. Comprobamos que todo estaba en perfecto estado: habíamos recopilado casi dos mil terabytes de datos muy valiosos. Esto nos animó a continuar con el experimento: al año siguiente, la mitad de los toros eran máquinas y, tres sanfermines después, todos procedían de nuestra cadena de montaje. Nadie, salvo unos pocos elegidos, conocía el secreto.
Este año hemos ido más allá, a pesar de que la junta directiva no alcanzó la unanimidad para afrontar el reto. Hoy, entre los mozos que se están preparando para el último encierro, hay uno muy especial: cualquiera que se relacione con él comprobará que respira, grita y corre como los demás. En realidad, estas reacciones son programadas.
Estamos seguros de que nadie notará la diferencia.