LA CUADRILLA DEL AYUNTAMIENTO
Josu Noain Pedroarena
Todas las noches del seis de junio, último peldaño de la escalera sanferminera, cuando la ciudad duerme plácidamente, el león ramplante, la justicia, la prudencia y los dos hércules escapan de la fachada del ayuntamiento. Este año echan en falta el vallado. Por el balcón central se introducen en las dependencias municipales en busca del nuevo programa oficial de fiestas mientras el famoso reloj les cubre desde su privilegiada atalaya. Conocedores del lugar sortean las trampas de los empleados pero a oscuras topan con las recién instaladas pantallas transparentes. No entienden nada. En todo el edificio no encuentran nada festivo. En un corcho animan a apuntarse al brindis del txupinazo por todos los que nos han dejado y no hemos podido acompañar en sus últimos momentos. Siguen sin comprender pero se alistan. Un ruido los alerta. De nuevo a la fachada. Cuchichean entre ellos y se citan en el chinchín… ya falta menos.
LO VIVÍ
Alberto Mario Martinena
Lo viví
Conocí el terruño de mis mayores en el mes de “San Fermín”. Pamplona engalanaba sus calles liberando tradiciones centenarias; reconocía lugares por lo que nos contaba el “Aitona” Francisco acariciando el álbum fotográfico. Me rodeaban bullicios contagiosos donde el lenguaje apena lo comprendía, además la música y las esperadas corridas taurinas me alzaban emociones. Veía interiormente las sobremesas de mis familiares vascos brindando por la festividad y humedeciendo sus ojos. Me distrajo alguien que agradeció fuego para encender el habano… Sonriendo entre el humo del aromático tabaco me comentó:
– Creo no equivocarme… ¿Eres argentino…? Ahora comprenderás que son estos festivos de coraje punteados por cornamentas de novillos, para después dar gracias a San Fermín. Sé que te lo narraron desde que eras niño… Jamás olvidarás lo vivido un Siete de Julio, y no dejes de acariciar la tierra de tus mayores… Estrechemos nuestras manos afectuosamente… Que Dios junto a la comunidad te derrame bendiciones… Jamás olvides que te saludó el “Aitona” Francisco…
No supe que actitud tomar ante el anciano… Cuando reaccioné se había perdido entre la muchedumbre, solamente persistía el suave aroma del habano.
La vida nunca me dio una respuesta de lo que me sucedió en Pamplona…
Francisco.