EL ARMARIO DE LA ROPA BLANCA
Isabel Arriezu Jiménez
La primera semana de julio se abre un armario que está todo el año cerrado. Nada más abrirlo caen al suelo varias prendas que estaban mal colocadas y acto seguido el resto cae como una avalancha. “El año que viene hay que guardarlo todo mejor” me repito año tras año, pero nunca es así. La ropa se clasifica, se prueba a ver si aún te cabe (porque nunca queda grande) y mientras el montón del suelo se reduce, aumenta el de la plancha. Porque puede que nada más salir te manches, pero de casa se sale impoluto.
Una vez planchada, se divide en montones que estarán estratégicamente colocados por casa hasta el día 14. Llega el turno de la blusa de la peña, guardián y salvoconducto de que los pantalones blancos resistan. Para acabar, pañuelos. Y mientras quitas hasta la última arruga de ese trozo de tela que te recuerda el orgullo de ser navarro, un escalofrío recorre tu cuerpo.
No es el mismo que sientes la mañana del día 6, es un golpe de realidad que cae como un jarro de agua fría. El armario no se abrirá este año, pero aguardará impaciente a escucharnos gritar de nuevo “¡Viva San Fermín!”.
HURRENGO(RA) ARTE
Aída Riancho López
Txikia nintzenean, herrian, lagunekin jolasean, baloi batekin, aitona-amonen etxeko leiho bat apurtu nuen. Horrelako zeozer izan da aurtengoa. Zentzugabekeria, burugabekeria, astakeria, ergelkeria, kirtelkeria… Malko algara.