LEVANTATE PAMPLONICA
Pedro Ignacio Legarrea
-Martín, Martín – escuché a mi madre, que me sacudía por el hombro -, ¿vas a correr hoy?
-¡Ah! Sí, claro. ¿Qué hora es?
-Las seis. ¡Ay, Dios mío! Siempre igual.
Sí, siempre era igual. A principios de los años setenta, del siete al catorce de julio, a las seis de la mañana, la autora de tus días te despertaba y te preguntaba si también aquel día ibas a correr en el Encierro. Y a continuación se quejaba con amargura cuando respondías afirmativamente.
Sí, te despertaba a las seis, porque en aquella época el Encierro se corría a las siete. Y anteriormente, a las seis (recuérdese la canción cuyo título encabeza este microrrelato).
Y sí, te despertaba aunque fuera muy cuestionable, por decirlo suavemente, que hubieras alcanzado la edad legal necesaria (eran otros tiempos y otras costumbres).
-Me vais a matar. Ahí tienes la ropa, que no sé ni cómo he podido limpiar los bajos de ese pantalón. No me explico dónde os metéis. Primero el padre, hasta la boda claro. Y, ahora, el hijo.
-Y en cuatro días el nieto, ama.
-¿Qué?
-Que no, que es broma. Anda, deja que me vista. Y gracias por avisar.
¿QUIÉN ERES TÚ?
Marta Romero Torralba
Simona llevaba hablando con Andrés cerca de seis meses a través de interminables correos electrónicos. Más de ciento cuenta noches contándose mil y unas historias, anhelando un reencuentro en directo.
“Nos veremos, al fin, delante de la iglesia de San Lorenzo, iré vestido de blanco con un pañuelo rojo atado al cuello, me reconocerás fácil”. Esas palabras fueron las que acompañaron a Simona hasta el día del reencuentro soñado.
Al fin llegó ese cuatro de julio esperado. Simona estaba delante de la iglesia de San Lorenzo a la hora señalada cuando empezó a ver a cientos de chicos vestidos de blanco con un pañuelo rojo.
No podía dar crédito. En Bulgaria nunca le hablaron de las fiestas de San Fermín.