EL ANCIANA E EL NIÑO
Maria Hortence Martins Nunes
Una anciana se apoya contra la ventana de su casa, decía todos los días.
– Nuestras fiestas son inolvidables.
Un día un niño dejó de mirarla y preguntó.
– ¿Por qué haces esa declaración?
La anciana abrió mucho los ojos y respondió.
– Yo estoy diciendo la verdad.
El chico preguntó de nuevo
– ¿Cómo puede ser verdad?
La vieja molesta respondió.
– El niño no es de aquí, así que tiene que esperar y ver.
Pero el niño no se rindió y continuó preguntando:
– ¿Cuándo va a suceder?
La anciana respondió gritando.
– Cuando el niño crezca.
El descarado chico lo lanzó al aire.
– ¿De dónde sacaste esa idea?
La anciana respiró hondo y habló.
– Puedo ver delante de mí
El chico saltó hacia atrás y volvió a hacer la pregunta.
– ¿Qué le estás dando?
La anciana respondió.
– Tal vez una bofetada sería útil.
Pregunto el chico risueño
– ¿Es para mí o para las fiestas?
La anciana respondió cerrando la ventana.
– No tengo edad suficiente para aguantarte.
Y el niño se fue a cantar.
TURISTA
Hebert Alberto Betancourt Rodriguez
¡Llegaron los Sanfermines! El ayuntamiento da la bienvenida y el chupinazo ha volado. No obstante, el pañuelo rojo espera a las doce. Ella quiere observar a los toros salvajes que atropellen con sevicia a las multitudes. Se siente bien con el calor infernal del verano. Las personas aglomeradas por nueve días en las calles le provocan. ¡Oh! Cuánto ama las comparsas estrafalarias de los Gigantes y Cabezudos. Sin embargo, el color de su vestido la excluye. Tampoco combina con la inocencia de la vida.