POR UNA CAÑA
Andrea Icaza
No mirabas atrás, solo corrías. Corrías no por miedo sino por tu vida, corrías por más risas, por más amaneceres, por más vinos y, así como lo dicen aquí, por más cañas. Tu familia desde el otro lado del mundo seguía enojada, seguro que estarían rezando por tu vida. No entendían que estabas cumpliendo uno de tus sueños. Igual no querías que te acompañen, querías estar solo, sin conocer a nadie. Pero allí estabas: con otros corriendo como tú. Seguías sin ver atrás. No pensabas en tus caídas, ni en la sangre que caía de tu codo y tu rodilla, después habría tiempo para preocuparse por eso, ahora estabas cumpliendo tu sueño. Solo corrías. Estaban equivocados, ¿cómo podrías arrepentirte de esto? Lo pensaste mientras veías el amanecer. Estabas con ellos, algunos tomando caña y otros vino. No tenías idea de quiénes eran, pero no eran extraños: fueron los que corrieron a tu lado. El cielo seguía con un azul oscuro de noche, pero cada segundo había más luz. «Esta es mi recompensa». Lo dijiste en voz alta sin darte cuenta y enseguida escuchaste unas risas a las que te uniste. Te entendían. Sonreíste, y te prometiste que no volverías a mirar atrás, solo correrías.
POR BENE
Idoia Aramendia Lopez De Guereño
-¡Prométemelo, Fermín!-, esas palabras martilleaban en mi cabeza, las últimas que me dedicó mi compañera. Benedicta, se había ido para siempre y con ella… la fiesta.
La conocí en los sanfermines de hace más de treinta años, su sonrisa me cautivó pero su imaginación… me hipnotizó. Los planes ronroneaban siempre por su cabeza, hasta que les daba forma, ataba todos los cabos y minuciosamente los exponía. Sublime. Junto a su forma de ser, me sedujo su sutileza… y un plan caótico, prohibitivo y crucial. El que la mantuvo entretenida hasta el final.
Bene, en la noche sanferminera, despertaba su inspiración. Corría el entusiasmo y las risas absurdas, y en medio de la locura cegadora, atrapaba a los suyos, con su palabrería. El año pasado destapó su rocambolesca idea, la que manoseaba desde hacía tiempo.
Aquel plan quedaba por cumplir y ahora que no estaba ella, lo íbamos a ejecutar. Contaba con Saturnino y Javier y éstos con el resto de contactos. Había mucho por hacer y poco tiempo. Complicado, pero no imposible. Sellar puertas, balcones, controlar pasadizos, sortear seguridad, políticos… Los confidentes nos ayudarían. Era el momento de homenajear a Bene. Este año no habría cohete, no habría sanfermines. El caos estaba garantizado.