EL DÍA FAVORITO
Paloma Hidalgo Díez
Al final de la primera planta había una sala donde nos dejaban reunirnos. Había jueves buenos, en los que estábamos todos, hasta el Murciano, en el hospital éramos conocidos por nuestra patria chica, y el Leonés, un experto imitando a la enfermera de rayos y al oncólogo, con el que te reías aunque no quisieras. Lunes regulares en los que las pruebas o los efectos secundarios causaban estragos, y echábamos de menos la risa del Vallisoletano, o el traqueteo de las muletas del Vasco. Miércoles que parecían domingos, como aquellos en los que mi compañero de habitación, el Pamplonica, nos hacía vibrar describiéndonos los 850 metros del encierro que algún día, cuando estuviéramos curados, correríamos juntos. Han pasado muchos sábados, alguno por fortuna mucho menos triste que aquel en el que nos prometimos correrlo en su honor, y hoy, que es martes, su día favorito, y San Fermín, aquí estamos casi todos, el de León no ha podido venir porque está a punto de ser papá, esperando el chupinazo, con la mano en el corazón donde le llevamos, y los pies dispuestos a darlo todo.
EL TORO ROJO
Marcela Dejean
Zalacaín, se vislumbró entre la masa con el culo en alto, las piernas cruzadas, hecho un resorte grueso y espectacular; el toro rojo seguía su marcha. Zalacaín se pensó en un banquete de atún al chupín con chupinazos, con chupinazos de música y se hizo un punto fetal y luego sus sanfermines lo recibieron en andas.