EL PRIMER INSTANTE (DE LA FUNDACIÓN DE PAMPLONA)
Luis Javier Pérez Campión
-¡Ave! Mi General, la legión al completo, caballería, infantería ligera, lanzadores de jabalina, artillería e infantería pesada, ha acampado junto al río. Se hará guardia durante toda la noche para partir mañana con premura hacia Roma – exclamó servil y obediente el centurión.
El General Pompeyo asintió altivamente con su cabeza y dirigió su mirada al horizonte. Fantaseó, durante unos segundos, con su retirada del ejército junto a su mujer Mucia y sus tres hijos (Pompeia, Cneo y Sexto) en este precioso lugar. ¿Por qué no?. Buenas vistas, buenas gentes, cosecha en abundancia, flora y fauna variada… La cara de desaprobación de su emperador, el mismísimo Julio César (y que sin saberlo sería su futuro suegro), lo despertó de sus sueños.
No obstante, las palabras de su mujer Mucia seguían dando vueltas una y otra vez en su cabeza como una cuádriga en el circo romano. ¿Cuándo te vas a retirar Pompeyo? ¿cuándo estaremos juntos? ¿cuándo?. Su respuesta era siempre la misma: Ya falta menos, ya falta menos, ya falta menos…
Miró el reloj de sol y, decidido, resolvió:
– ¡Centurión!
– A sus órdenes mi General.
– Comunique a la legión que alargaremos nuestra estancia en este precioso lugar. Tengo buenos presagios.
SOY LEYENDA
Marina Del Castillo Cabodevilla
Por fin tengo la vacuna. He conseguido llegar a Santo Domingo. Yo sabía perfectamente lo que iba a ocurrir. Lo había visto en cientos de películas. Los veía cada día salir al balcón. Muy entusiastas los primeros meses, ahora, infectados, con sus cuerpos blancos y fofos por la falta de sol y el exceso de comida casera, sus ojos miran la nada incrédulos. Son unos malditos zombis.
Di con la vacuna de forma casual, como suele pasar con estas cosas y la verdad es que tiene su gracia, pues la solución está contenida en el problema: CO VI-19.
Llevo meses con el tratamiento y la última semana he dado con la proporción correcta: tres de COca-Cola y una de VIno. Uno tonifica, tres arreglan el cuerpo y alguno más puede llevarte a un estado de euforia desmedida, efecto que desaparece en un par de días.
Me he disfrazado para pasar desapercibido. No tengo EPI, pero si pantalón y camisa blanca muy similares…Ah, y un pañuelo rojo que hará las funciones de mascarilla. Corro por la calle vacía. Ya falta menos. Debo colarme en el Ayuntamiento. Desde un balcón dispararé la bengala que llevo escondida y gritaré a todos mi vacuna: “¡VIVA SAN FERMÍN!”