MUDANDO DE INVIERNO A PRIMAVERA
Carlos Mancur Milian
La literata dijo textualmente: «los escritores debemos documentar este momento», no lo soy, pero intentaré hacerlo. Un mes atrás después de una velada llena de diversión, recuerdo que divisamos juntos en el horizonte la última luna llena invernal del hemisferio boreal. Cambiamos de estación de invierno pasamos a primavera sin pensar que siquiera que nos alcanzaría una terrible pandemia que impediría una nueva reunión repleta de alegría. Nuestro mundo se transformó, como cantó en su oportunidad el conjunto alemán el aislamiento no es bueno, pero debo perserverar, ser resiliente y congruente con esta triste pero pasajera realidad. He tenido tantas pérdidas que una más no me afectará, sin embargo me cuesta resignarme a tu ausencia permanente, mientras conserve salud, mantengo vida, si hay vida hay esperanza que cambiará mi suerte. Estoy en desacuerdo total en estos instantes de soledad a limitarme a contemplar el limonar amarillo enfrente mío. Todo cambiará de nuevo, todo en este mundo es cíclico no estático; así como mudamos de invierno a primavera, del oscuro fracaso al más luminoso estrellato, de enfermedad a salud, de abatimiento a resurgimiento, deberá quedar atrás esta epidemia, así en la próxima cuaresma podremos nuevamente contemplar juntos tú y yo otra bella luna llena estacional.
DÍA DEL NIÑO
Amparo Gastaminza Iriarte
¡Ya falta menos!
Un día cualquiera de los Sanfermines, es el día infantil.
Ellos conmemoran la ofrenda al Santo a partir de las once de la mañana.
Me emociona ver cómo, cada uno de ellos, lleva en sus manitas un ramo de flores al “Rincón de la Aduana” donde San Fermín espera a sus fieles con sus mejores galas y la manera de mantener las tradiciones es trasladarlas a los “peques”.
Y hay que acudir a la Plaza del Castillo al festival de danzas infantiles.
Los más madrugadores acompañan a los Gigantes por las viejas calles de la Ciudad. ¡Qué delicia ver la carita de felicidad ante la danza de Gigantes, Cabezudos, Kilikis y Zaldikos!
Entre todos estos míticos personajes, el más popular, el más querido y, al mismo tiempo el más temido, es Caravinagre, quien con su verga de espuma se esfuerza en perseguir y golpear cariñosamente a los niños.
También los Zaldikos “acarician” a todos los que se acercan a ellos. Algunos niños se asustan, otros ríen, otros corren y los más pequeños incluso lloran.
Pero una vez que se acostumbran al “sito” se lo pasan “de rechupete”.
¡Quién volviera a ser niño para correr ante ellos y esquivar sus “vergazos”!