PERRY, TOMMY Y BERTO, LA FUMIGADORA
Joseba Ibarrola
Perry sonreía. Tras tres años, cuatro meses y diez días cazando Covids en el área de Zizur, por fin es habían comunicado que los putos bichos estaban retrocediendo.
El dron de «Tommy Piloto Loco» había funcionado y sus últimas fumigaciones con la nueva vacuna estaban dando sus frutos. Era cuestión de días el fin del confinamiento de la población.
Las tres y veinte. La siguiente oleada de Covids asesinos llegaría en diez minutos. «- Tengo tiempo», pensó Perry, y, tras dar una patada a la puerta, entró en el súper abandonado en busca de la nevera de las cervezas. La encontró rápido, una Alhambra reserva 1864 pedía a gritos su canción.
Tres años ya… Del grupo inicial de Perry solo quedaban él, Tommy Piloto Loco y Berto el Fumigador. La pandemia les había pillado a todos de ERTE y no tuvieron más remedio que unirse y pelear. Perry acariciaba su Magnum H-23 Mata-Covids como si de una novia se tratara.
Y de repente Perry se acordó: «_ !Joder! !Si es 4 de abril! La escalera…» Y mientras Perry sonreía, Berto preparaba su «fumigadora» casera para la próxima caza de Covids, en el pasillo de las galletas. «-Vamos Perry, que ya falta menos».
LA MAGIA DE LAS FIESTAS
Amparo Gastaminza Iriarte
A lo lejos, en el cielo, una nube permanece atenta a las doce del mediodía del seis de julio.
La miro con atención y, veo como una mancha roja y blanca parece observarme desde ella.
Siento como una lágrima todavía caliente besa mí frente al disparo del chupinazo.
En el encierro, siento su aliento cálido sobre mi cuello y, el suspiro del corredor que se incorpora a la carrera para llegar el primero a la plaza.
Lo siento cuando estoy tomando unos “chiquitos” por la Estafeta.
Y, como disfruta en la corrida, del ajoarriero y las magras con tomate que riega con un vino tinto, de la bota que lleva colgada al cuello, que está en las últimas como la fiesta misma.
Y, en los fuegos artificiales comiendo su bocata de tortilla de patata.
Y, en el Parque Antoniutti tomando un “chato” del “vinico aragonés”.
Ahora, toca ir al Larumbe, a por el “caldico”, para entonar el cuerpo y, antes de irse a dormir, degustar los “churricos” de la Mañueta regados con chocolate.
Desde hace dieciséis años, veo permanecer la misma nube las 204 horas que dura la fiesta.
¡Ya falta menos!
Él, todavía no sabe, que ya no está aquí.