GRAFITI
Juan Lorenzo Collado Gómez
El bedel había llegado demasiado lejos cuando la mañana en la que el profesor de plástica llamó para decir que estaba enfermo y decidió dar él la clase.
Dijo: “Buenos días” y comenzó, con la ayuda de los alumnos, un esbozo en una de las paredes del aula consiguiendo un efecto realmente increíble. Había preguntado qué querían pintar y, después de ponerse de acuerdo, las imágenes sobre la fachada del colegio y los alumnos de la clase distribuidos por todos lados fue algo nunca visto allí, una pintura realmente fabulosa. Todos los que participaron en aquella actividad la recordarían durante toda su vida y algunos que decidieran emularla con mejor o peor fortuna.
Lo echaron del colegio y borraron el dibujo. Demasiado tarde supieron que su seudónimo estaba en calles de todo el mundo.
CAMBIO DE TURNO
Margarita Del Brezo
Ya falta menos para que den las ocho. Hasta la habitación llega el barullo del cambio de turno. Pasos rápidos en el pasillo que se acercan o se pierden. El sonido metálico de los carros. Puertas que se abren. El agua que se escapa de los grifos, el que escurren las fregonas. El aroma del café. Las tazas que chocan con las prisas. Los termómetros. Tensiones. Una sirena. Reconozco a Lea detrás de la mascarilla. Sí, es ella, la reconocería sin abrir los ojos. Me sonríe con la mirada y me cuenta lo que hay más allá de la ventana. Hoy también llueve, dice con su voz cantarina. Le ha salido una flor nueva al magnolio. Y han hecho otro nido en el campanario las cigüeñas. Yo sigo en silencio todos sus movimientos. Me gusta cómo se mueve. Y su olor a espuma marina. Un día me contó que eso es porque viene a trabajar montada sobre un caballito de mar. Nos reímos a carcajadas. Me ha prometido enseñarme a nadar cuando llegue el verano. Hoy me ha traído una caracola. Tiene línea directa con su casa, dice, por si algún día no pudiera venir. La aprieto fuerte entre mis manos. Y sigo imaginando.