XII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


MI DIARIO

José Antonio Antón Baigorri

MI DIARIO
15 de julio de 2019

Punto y final a nueve días intensos. La calle Mayor casi vacía nos conducía a la normalidad. Paul, imitándome, ha doblado el pañuelo para guardarlo en el bolsillo de la camisa. Un pobre de mí agridulce se apagaba en la lejanía. Sentía la mordedura dulce del alcohol que me sumía en un sopor entre la melancolía por lo que quedaba atrás y la ilusión por volver a anudarnos ese mismo pañuelo el año que viene. Ya falta menos, he pensado…
Tenía la duda de si mi amigo irlandés había interiorizado la magia de nuestra tierra, capaz de hacer sublime lo sencillo, de vivir con el alma momenticos que no se aprenden ni se explican, simplemente se sienten; de sentir esa emoción extraña, sobrenatural, que estremece el alma de quien, tras correr el encierro, camina por la Estafeta en un baño de sol y eternidad. El habla de emociones que han superado los límites de la mente para entrar en el espacio sin límites del corazón. ¿Tan cerca está el cielo?
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4 de abril 2020
Uno de enero, dos de febrero… nos han robado la escalera por la que ascendíamos al cielo de los sanfermines.
 

CUATRO HERMANAS

Mercedes Castaño Bellón

Las 4 hermanas llegaron a Pamplona el 6 de Julio de 1977 y se perdieron en el bullicio de la fiesta. No fue un accidente, al fin y al cabo era para lo que habían venido. Se dispersaron entre la multitud con premeditación y alevosía.
De madrugada, salieron de su casa de puntillas . Les esperaba su primo Juan, con el coche. La más pequeña limpió el vaho de los cristales con la manga de su camisa blanca, y posó sus ojos en las cuatro casuchas mal iluminadas que se fueron empequeñeciendo hasta desaparecer. Después se durmieron. Eran jóvenes y no tenían remordimiento alguno.
Juan era bastante mayor que ellas y se jactaba de conocer bien los mayores jolgorios. En las comidas familiares contaba aventuras y anécdotas inverosímiles y las cuatro hermanas le miraban con la boca abierta, los ojos encendidos y el aliento entrecortado. … El se sonreía, pleno, y proclamaba “ cuando seáis mozas os llevaré a las mejores fiestas del mundo en un corcel negro»…
Era un ochocientos cincuenta blanco, viejo y polvoriento, que apenas alcazaba los 70 kilómetros por hora. Llegaron a las 10 de la mañana, con tiempo suficiente para almorzar unas magras antes de zambullirse en el chupinazo.