CORREDOR DE UN DÍA
José ángel Bañuls Ramírez
La emoción por encima de cualquier otro. Sin duda ese era el sentimiento que impregnaba la leyenda de aquella fiesta. De los sanfermines transmitidos de boca en boca, de quienes en alguna ocasión corrieron y de los que se prepararon, pero aún no encontraron el momento.
Mi año era este. Entrenamiento. Nervios. Sudor. Velocidad. Tensión. Y, allá dentro, el temor a no dar todo lo que quería, el miedo al corredor agarrotado, el pánico del último instante.
Dos hermanos me precedieron y el apellido es importante. Concentración y asegurar tu espacio, ahí estaba la clave. Pisar firme, nada de resbalones y salir rápido. No mirar atrás, avanzar centrado en el ritmo, oyendo la respiración y sin detenerse. Saborear la adrenalina. Disfrutar.
Hoy. A escasos minutos del debut soñado. Como en un eco, llega lejano el tercer cántico al Santo. Suelto músculos. Observo a mi alrededor. Muchas voces, algún empujón y el zumbido del cohete subiendo al cielo pamplonica. Dan las ocho, suena el trueno. Corre el cerrojo, se abre el portalón de corrales. Silva el látigo y salgo como rayo negro cuesta arriba, orgulloso del hierro de mi estandarte.
NACI UN 7 DE JULIO (NOSTALGIA DE INMIGRANTES)
Maria Teresa Oreja Vicente
Nací un 7 de Julio en Mar del Plata, ciudad turística de la República Argentina.
Esto marcó un hito importante en mi identidad, puesto que soy hija y nieta de inmigrantes navarros.
Ser descendiente de inmigrantes implica sentir nostalgia a lo largo de tu vida, por una tierra que nunca has conocido.
Habiendo sido criada en la cultura y costumbres navarras a 10000 kilómetros de distancia, hizo que en mi siempre estuviera presente el sueño de conocer Navarra, de visitar los lugares de los que siempre había oído hablar, y de festejar, al menos una vez, mi cumpleaños en Pamplona.
Tardé 52 años en poder hacerlo, pero mi cumpleaños número 53 lo festejé en San Fermín… en Pamplona.
El 6 de Julio estaba con mi pañuelico en la mano esperando el chupinazo y en el momento en que lo escuché, mientras me lo colgaba al cuello, sentí que en él estaba simbolizado el pasado y la nostalgia de mi madre y de mis abuelos, que dejaron esta tierra que había sido la suya no por elección, sino por necesidad. Y a la que nunca volvieron.
Y lloré de alegría.
¡Lo había logrado!