CORAZÓN DE GUERRERO (SIDI ABD EL MOHAME, GIGANTE DE PAMPLONA)
Mari Carmen Cerrón Barreneche
-Allí estaba como siempre-. Erguido y desafiante.
Su mirada esperaba los mil y un rivales para la nueva batalla de ese día. El sol entraba deslumbrando por la derecha y el imperceptible roce de espada sarracena, acariciaba sobre su larga falda blanca y roja.
Comenzaba a visionar de soslayo a sus enemigos, que agazapados y alertas esperaban el fragor del combate. Su mente se perdió inexorable en decidir las estrategias: por el flanco norte habría más oportunidades de ofensiva. Debería cubrir también la zona sur y esperar que sus aliados llegasen con las tropas de Zaldicos y Kilikis.
De repente -la cruel megafonía lo volvió a la realidad-. Los diminutos enemigos de las doce, se acercaban a cientos de forma escandalosa pretendiendo zarandear su figura.
El corazón del guerrero se aceleró al oír resonando los chistus como lanzas que se arrojaran sobre él. De nuevo, un día más tendría que luchar sólo contra todos esos contendientes que portaban rojas y diminutas armas en sus cuellos, usadas como fantásticos escudos y armados con pequeños artilugios que les permitían capturar y robar despiadadamente su imagen.
Batalló varios días exponiéndose hasta la extenuación y pensó en la victoria: permanecía allí, -sin moverse-, hasta otro año…
¡ÉCHANOS EL CAPOTICO!
Margarita Rey Baztán
Querido San Fermín,
Te escribo desde la dehesa donde pasto cada día. Este año ha vuelto a decirnos el mayoral que tampoco podremos ir a Pamplona, tendré que esperar un año más. Yo quiero ir a conocerte, aunque sea lo último que haga en esta vida.
Quiero ver la alegría de tus gentes, su bullicio, sentir ese cohete antes de salir corriendo. Quiero escuchar esos cánticos que te ofrecen antes de soltarme. Ellos te piden, yo también. Quiero ver entre mis astas la plaza donde estalla el cohete anunciador de las fiestas en tu honor, recorrer alguna de las calles siempre abarrotadas de gente y llegar a esa plaza galardonada de blanco y rojo que siempre vitorea. Al igual que los mozos y mozas, quiero pedir tu bendición para correr en el encierro, y por la tarde caer orgulloso ante quienes disfrutan de tus festejos. Prometo estar en forma para no caerme y me dejaré guiar por los pastores. ¡No me extraña que te lleven en volandas el día 7 de julio! ¡yo también te llevaría!
Por favor San Fermín… ¡échanos el capotico a todos y haz lo posible para que yo pueda cumplir mi voluntad antes de morir!
Saludos:
“Esperanzado”