SUEÑOS
Manuel Pablo Pindado Puerta
Esta vez es en mercaderes, como a un novato. Álvaro ya no es tan rápido ni tan ágil. Se trastabilla y ya lo tiene encima. Es un retinto, grande como un camión, majestuoso, embistiendo con toda su fuerza. Intenta no despertar a Amaia, que duerme a su lado. Todos los años tiene sueños parecidos, es parte de la tradición. Como lo es no darle importancia ni contárselo a nadie, y menos a ella. Y menos lo de mercaderes, joder, como un turista novato.
A su lado, Amaia se despierta sudando, pero se hace la dormida. En su sueño siempre se atreve a decírselo: que ya no eres un chaval, que están los niños, que qué tienes que demostrar. Él la ignora y sale por la puerta, chispeante y orgulloso. Luego las voces, el silencio, las sirenas.
En los corrales, justo antes de amanecer, el retinto agita las patas mientras sueña: corre cuesta abajo, veloz, poderoso. Hay muchos hombres a su alrededor, pero él sólo sigue a uno. Aquel que se ve más claro, como más grande, aquel que se tropieza.
– Oyes, Amaia, que si quieres este año no corro.
Ella le busca la mano bajo la sábana.
PRIMER ASALTO
Ana Teresa Caravaca Carrasco
Ya solo quedan unas horas para que inicien las fiestas de San Fermín. Estoy nerviosa y ansiosa al mismo tiempo. Es mi primera vez. Hace un mes, mi gran amigo Pedro me habló de los encierros, algo totalmente nuevo para mí. Me pareció fascinante. Así que decidí formar parte, no podía dejarlo pasar. Y por eso aquí voy, camino al primero. Me siento fuerte y rápida.
Al cuello llevo un pañuelo rojo: mi capa mágica. Espero que me de poderes para que esos animales no me alcancen. Giro a la derecha y llego al punto de partida. La tensión se siente en el ambiente. Un vistazo entre las tablas de madera y me encuentro cara a cara con uno de ellos. Su mirada es fría y violenta. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Cinco segundos más y se abrirá la puerta. Cuatro. Estoy temblando. Tres. ¿Por qué me atrae tanto su olor? Dos. Veo mi reflejo en las gafas de sol del que está a mi lado. ¡Vamos! Uno. Estoy lista. Cero. Pero… ¿qué me pasa? Mis alas no responden. Una sombra circular me rodea. Despacio veo como se acerca cada vez más… ¡ZAS! Toro uno; mosca cero.