XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


POR LOS QUE (NO) VENDRÁN

Rosa Nieves

Ya han pasado 14 años y, sin embargo, parece que fue ayer cuando nos metimos por primera vez juntos en la plaza del ayuntamiento aquel 6 de julio a las 11:58. No volvimos a repetirlo porque o yo no estaba o no estabas tú. Y ni el año pasado ni este estaba el propio chupinazo. Pero siempre prometimos repetirlo y sabes que siempre he cumplido mi palabra, y esta vez no será distinto. ¿O sí?
Tal vez sí. La escalera no será lo mismo sin ti. Ni los almuerzos. Ni los cánticos. Ni la corrida. Ni los conciertos. Ni los gigantes. Ni el pobre de mí. Ni ninguna de las 204 horas de fiesta que durante todo el año anhelamos disfrutar, a poder ser mano a mano.
Pienso en el cohete que viene, para el que aún falta más de un año (si nos dejan). Me quiero volver a unir a la multitud para recordar aquel 2007 y, de alguna forma y por unos instantes, poder sentirte a mi lado aunque ya no estés. A pesar de que no vayas a volver, volveré cada 6 de julio a la plaza: por los chupinazos que vendrán y los amigos del alma que no lo haréis.
 

CRÓNICA DE UN CONCURSO (ADULTERADO)

Albert Fatsini Plazas

Tañen las campanas al compás del cronista. Pues, es lo que soy. Y son éstos tiempos de encierro. No los de San Fermín, sino los causados por este virus mortal que nos azota desde hace más de un año. Me encuentro hoy en el empedrado de las callejas de la ciudad, para sentirlas y quitarme el anhelo (de las fiestas). Ha corrido sólo el tiempo en estas calles. El tiempo y la esperanza. Pues, ciertamente, os digo que me hallo yo a solas, en soledad. La soledad de un toque de queda, y la soledad de un escritor. Acudo, también, debido al concurso de microrrelatos, cuyas voces participantes se sublevaron en ediciones anteriores; y se escucha lo que dicen las malas lenguas de él. Dícese estar adulterado y, sin tener en cuenta el don de la escritura, las obras ganadoras nunca son las mejores. Éstas siquiera son leídas. Tiempos convulsos para desenlaces descorazonadores.
Dirigiéndome al hostal, en la plazuela gritan los niños a los que sí se les ha permitido salir… a jugar. En mi habitación, he hallado una nota embutida por debajo de la puerta: Sí las leemos.
Lo sabremos, pues, el día del fallo.
No vine aquí a juzgarlo, sino a contarlo.