Francisco Javier López Martín
Ahora me doy cuenta de la importancia que tiene enfilar bien la calle Estafeta. Me ha costado todo un año de confinamiento, encierro, medidas de distancia social, clases a medio gas, un día sí y otro no, muchos días sólo online, me ha costado andar con mascarilla arriba y abajo todo el día, entender que cada encierro no es otra cosa que una profecía, un juego de celebración de la vida, un juego de niños para entender que un día abrirán las puertas y comenzará el encierro, correrás delante de asignaturas, empleos, desempleos, parejas, pandemias, o cambios climáticos. Tu supervivencia dependerá de la distancia que te separe de los toros en el momento de enfilar la calle Estafeta. Más cornadas da el hambre.
REVOLCÓN A MITAD CAMINO
Jaime Martínez Muñoz
Poco antes de Cintruénigo, mi amigo detuvo la moto.
–¿Qué pasa? La vespita canta como un jilguero.
–Tengo un apretón.
Se apartó a un matorral y contemplé la repoblación forestal. Olía a jara, a cantueso y a juerga. Recordé el ensayo en los sanjuanes sorianos: Un eral rojillo nos ganó tres metros en la arrancada, pero escapamos; rompimos las alpargatas en la carrera y compramos estas zapatillas para sanfermines.
Mi vientre se puso solidario. En cuclillas, casi juntos, repasamos el plan: comer en Pamplona, entrar a saco en fiestas, dormir en cualquier parte y correr el encierro. Y a casa, que hay que segar.
Ya nos íbamos a levantar cuando vimos la vaca, a cincuenta metros.
–Mira, es rojilla como aquel de Soria.
–¡Bah! Es mansa ¬–respondí.
Como si nos hubiera oído, escarbó en el suelo, dio dos pasos y lanzó un bramido formidable cuyo eco retumbó y se multiplicó en los barrancos.
–¡Es brava!
Sujetando los pantalones con una mano, echamos a correr sin mirar atrás.
–¡Salta, que arranco en marcha! –gritó mi amigo.
Eso hicimos, pero la Vespa se bamboleó y acabamos en el suelo.
Escupí tierra.
La puta vaca seguía en su sitio, quieta, rumia que te rumia.