XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


VOLVER

Jose Miguel Albizu Gabari

Nunca ya esperaré a lo que va a venir, porque siempre habrá algo por llegar y entonces solo viviré esperando. Hace ya mucho que lo descubrí, y que cambié. Quizá no a tiempo. Llevo años maldiciendo no haberle pedido su teléfono, su dirección.
Los tres últimos Sanfermines estuvo junto a la fuente de la Plaza del Consejo, el 7 de Julio a las 11:00, esperándome, diría, como yo a ella. Pero habían pasado ya tres años de aquello, y quizá se hubiera olvidado de mí.
Bajé a la calle y la atmósfera era especial. Como si la ciudad estuviera electrificada por un fluido retenido mucho tiempo en cada casa, en cada corazón. Y las sonrisas eran aún más francas y los abrazos más sentidos.
Sentí pánico. Volver a los momentos en los que uno fue feliz, te enfrenta al riesgo de no encontrar lo que tuviste, de no sentir lo que sentiste.
Y cuando llegué hasta la plaza, no la vi. Un grupo de jóvenes bailaba el Vals de Astrain. Pero justo detrás, unos ojos aceituna me miraban fijamente. Esos que yo conocía, y que no habían cambiado. Me acerqué, la abracé temblando, y le prometí que nunca más me separaría de ella. 

LA VARIANTE DEL DESTINO

Pablo Díaz Domínguez

No hará más de veinte años que mis fatigados pasos me llevaron a tierra de Iruña, aunque para ello tuviera que atravesar los desniveles de la hija de Bébrice. Hoy, que los recuerdos insisten en desaparecer, recuerdo con una sonrisa el año Santo Jacobeo en que, aunque mi destino quedaba a ochocientos cuarenta y nueve kilómetros, mi corazón quedó prisionero en los ochocientos cuarenta y nueve metros del encierro. Aquel descanso duró una semana, aquel amor sigue vivo. Un pañuelo rojo colgó del bordón, cual concha más preciada, insignia de la bravura y como prueba satisfecha de haber recorrido la más excitante variante hacia mi destino. Y es que, a veces, aunque el camino nos lleve por sendas más largas, encontramos nuestros destinos antes de llegar. Por eso, hoy, quien recorre la misma senda que lleva al campo de las estrellas, puede leer aquel epitafio esculpido en el viento;

Pobre de mí, que no era más que un peregrino
Que se fue cantando a Santiago
el cantar de la fiesta que se cruzó en mi camino.
Que se fue dando gracias a Saturnino
Por recordar en cada trago
de mi bota llena de vino
Que fuera Sanfermín mi destino.