XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


OBRA EFÍMERA

Manuel Serrano Funes

Sobre lienzo inmaculado, bajo fondo negro van emergiendo formas y colores. Casas pintadas de azul, de rojo, de amarillo y de morado, cual faros de marineros. Ventanas polícromas tocadas de traslúcidos visillos batidos por el viento se asoman al mundo. Sobre la oscura cinta de la calle gente de blanco y rojo discurren quietos en su huida hacia el albero. Varias escaleras ascienden hacia foscos tejados que soportan un limpio cielo azul tachonado de algodonosas nubes. Algunos pájaros de vivos colores armonizan la estampa. Entonces acaban los artistas de pintar con tiza el cuadro. La gente aplaude y echa monedas. Es un bello paisaje, tan vívido que parece real.
Al amanecer, los servicios de limpieza se encargarán de lavar el suelo y la tiza, perezosa, se desprenderá del lienzo, girará en redondo frente a la boca del alcantarillado y comenzará su recorrido hacia el mar.
Mañana, en cuanto acabe el encierro, un grupo de muchachos, tizas en mano, volverán a dar vida a ese trozo de calle donde cientos de rostros asoman a las ventanas.
 

SAN FERMÍN DE JUVENTUD REDIVIVO

Ana María Lezcano Fuente

Pienso en muchas cosas mientras poso mi mirada sobre el parque solitario. Recuerdo cómo eran estos días en mi juventud, preparando exámenes, soñando con el futuro luminoso y vislumbrando el grupo de amigos que iríamos a las fiestas de los pueblos ese verano pero destacando como un faro, si todos sacábamos buenas notas, San Fermín.
Era un aliciente esa fecha. Apetecía la reunión con los primeros amigos extranjeros, el compañerismo y las ansias de entregar fuerzas, belleza y cantos a los cuatro puntos cardinales. Un tiempo de euforia y necesidad de expansión, todavía con familia protectora, apenas saliendo del cascarón, nosotros.
Luego la vida me llevó lejos, muy lejos. Y no me sorprendió que, cuando llegaban esos sietes de julio de mi corazón, la sangre me avisaba con alegría súbita, descontrolada. En mi existencia madura de vagabundeo laboral nunca se me pasó esa fecha por dura que fuera la jornada.
El año pasado estaba prevista una quedada. Después de años trotando, cada cual con su mochila personal, habíamos organizado un reencuentro entre los sobrevivientes de aquella ya lejana añada. Algo insólito y peligroso impidió la reunión.
Hoy hemos decidido ir. Cumpliendo normativas. Pero ir.
Pamplona, ¡ábrete!
¡Viva San Fermín!