LA CORNADA
Hernán Luis Digilio Pérez
La cornada entró por mi vientre desgarrando músculos, vísceras y algún que otro hueso. Naturalmente, nunca sabré lo que es un dolor de parto pero conjeturo que no estaría ni cerca del umbral que superé aquel 7 de julio. Sin embargo, toda la vida recordaré ese día con una sonrisa.
Mi hermana Itziar y yo siempre habíamos querido correr en el encierro. Prohibición mediante, decidimos hacerlo clandestinamente. Jamás hubieran permitido tamaña osadía hace cincuenta años.
Con atuendos de auténticos pamplonicas y el corazón en un puño, nos escabullimos entre el gentío que empezaba a correr frenéticamente. Itziar se había pintado unos bigotes con corcho quemado porque su cara angelical era una certeza de delación.
El progresivo murmullo anunció la llegada de los toros al Callejón. Sin tiempo para reaccionar y lejos de las gateras, un astado azabache se abalanzó directamente hacia donde estábamos. Itziar quedó petrificada. Yo sólo atiné a empujarla para evitarle el pitonazo.
La cornada entró por mi vientre desgarrando músculos, vísceras y algún que otro hueso. Naturalmente, nunca sabré lo que es un dolor de parto porque soy un hombre. Un hombre que ayudó a su hermana a salir ilesa del primero de tantos sanfermines que volveríamos a correr juntos.
EL CORREDOR BARBILAMPIÑO
Juan José Sánchez Benito
El toro bravo engancha. Un mayoral que no logró ser torero lo intentaba con su hija algo impensable en los cincuenta. La esposa lo trataba de loco y al amo tampoco le gustaba. La llevaba a echarle de comer a los cuatreños y les arrascase la testuz carifosca y que le diera el biberón a los abandonados. Un día la puso a torear un becerrín y los pescó el dueño despidiéndole emigrando a Bilbao.
Un siete de julio se presentó en Pamplona con la hija al encierro. La joven dijo que al año siguiente ella también correría pero le explicó el padre que según la Ley de 1867 no podían hacerlo las mujeres, ancianos y niños. Me corto el pelo y me visto de hombre. Algunos mozos le decían que tuviera cuidado pues era muy joven ya que todavía no tenía barba.
Durante muchos años corrió sin ser descubierta pero en 1974 fue empitonada y al curarla el cirujano quedó pasmado. ¡Era mujer!.
Por secreto profesional calló y además al año siguiente ya podían participar. Una melena rubia destacaba sobre el pañuelo rojo y los mozos la advertían pero al correr quedaron pasmados. Embarazada no la dejaron concurrir pero ahora lo hace su hija.