XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LLEGO TARDE

Juan Cruz Lara Jiménez

Se me está echando el tiempo encima y tengo que ir preparando el viaje para dar la bienvenida al santo. El autobús que me va a llevar a Pamplona ha sufrido una avería y la compañía ha decidido cancelarlo, así que tengo que buscarme la vida por otros medios para no dejar colgada a mi cuadrilla en medio del típico almuerzo de las diez de la mañana, antes de enarbolar el «Viva San Fermin», como se merece el venerable. El tiempo pasa rápido y mi paciencia comienza a agotarse porque las opciones se reducen. El tren y el autobús han quedado descartados y conducir con el coche hasta la ciudad, también, pues conozco lo que ocurre tras estar todo el día seis de julio de jarana, y no me apetece exponerme a tener un accidente a mi vuelta. Mi último recurso es tomar un avión hasta Madrid y otro hasta Pamplona. Acelero mis pasos y me planto decidida en el aeropuerto, compro los billetes de ida y vuelta, y a cruzar los dedos para estar almorzando a la hora estipulada. El avión aterriza con el tiempo suficiente para reunirme con mis amigas y prepararnos para el gran momento. ¡Gran día va a ser hoy¡.  

POR UNOS SEGUNDOS

María Dolores Martínez Gea

Sabía el lugar exacto donde ella se colocaría para ver pasar a la multitud de participantes en la carrera de San Fermín de este día. Me puse mi pantalón y camisa blancos junto con mi pañuelo rojo con una euforia e ilusión que no poseía hacía tiempo. Y allí estaba yo, en medio de hombres y mujeres de todas las edades, procedentes de muchísimos lugares esperando el momento de echar a correr por las calles de mi querida ciudad. Sonó la señal, tenía que esperar a que avanzaran los de delante para empezar a mover mis pies. Mi sueño se hacía realidad, un paso, otro paso, otro más… dentro de una marea humana invadida por la alegría en un día especial. Faltaba poco para llegar. Disponía tan sólo de unos segundos para verla. Si lo conseguía, todo el esfuerzo de los últimos meses habría merecido la pena, no me importaba el miedo ni el riesgo al correr junto a los astados, todo por unos segundos donde el tiempo se detendría únicamente para mí.