LUCES BLANCAS
Luis San José López
No me llores, torito bravo, que ya se ve la luz en lo alto de esta escalera tan larga, un callejón abierto de par en par sin miedo a las distancias cortas, una plaza con los brazos muy redondos, acumulando sueños, esperándonos, repleta de pañuelos rojos, de besos y abrazos blancos.
RIAU RIAU
Ana Calvo Monreal
Seis de julio a las cinco de la tarde.
El riau riau suena fuerte mezclado con los gritos de alborozo de la gente. La Pamplonesa da a su público lo que quiere. Se ve a lo lejos a Braulia cerrando la comitiva llevándose a los niños a su paso. Se oyen las campanas repicando a San Fermín. Se respira… ¡alegría!
Nadie se da cuenta del joven corazón roto que navega a la contra de la marea de gente. Peleando por llegar a casa sin que nadie note sus lágrimas. Por fín llega a Merindades y consigue colarse a esos dos turistas para llegar antes al taxi.
– ¿A dónde? -pregunta el taxista.
– A casa.
-¿Estás segura? Que seis de julio hay pocos, y seguro que las penas en compañía son menos penas. -demasiado acertadamente contestó él.
– Si.
Escueta en la respuesta, piensa que ya estará el año que viene, mientras se aleja del bullicio, la música, el monocolor, todo lo que representa una fiesta que une a toda una ciudad.
Pobre de ella cantaría días después, mientras ese 2019 se alejaba. Pobre de ella luego, cuando se diera cuenta que efectivamente seis de julios hay pocos.