SI LAS PIEDRAS HABLARAN
María Posadillo Marín
Félix deambula con la prensa bajo el brazo y el corazón en los pies. Este año de nuevo se queda sin carrera, y el trayecto, desnudo de vallado y gente, no es ni de lejos lo que él esperaba.
Unos chiquillos lanzan un cohete al aire y el estampido deja un extraño eco de nostalgia. Un familiar cimbreo, provocado por el temblor de los adoquines, atraviesa su cuerpo. La cuesta está desierta, pero sus pensamientos se llenan de adrenalina mientras sostiene en su mano el periódico enrollado y escucha un retumbar de cascos. Una señora, sobresaltada, se apresura a entrar en el portal de su casa en plena curva de Estafeta, mientras Natalia sale al balcón alertada por el extraño estruendo. Pero solo el aire sube calle arriba a esta hora de la mañana, y por eso nadie ve cómo la figura de San Fermín sonríe dentro de su hornacina. Él sabe que, aunque se quede sin cánticos otra vez, hay tradiciones que siempre acuden puntuales a su cita.
AQUELLOS AÑOS 20
Roberto Cormenzana López
Queridos nietos:
Al principio de los años 20, por estas fechas, no hubo ni encierros, ni kilikis, ni hostias. Les llamaban las “no fiestas”. Un bicho pequeñico jodió todo el invento, y tu abuelo y yo tuvimos que apañarnos terraceando en la casa de Lezkairu, ora zampando un bocata de panceta, ora tomando un vinico (o dos). A veces poníamos música de peñas que buscábamos en YouTube, pero entre que vuestro abuelo no es de mucho bailar y que a veces se colaba alguna canción de reguetón y me hervía la sangre, tampoco abusábamos del tema. Vuestro papá ya hacía sus pinicos con la trompeta y se sabía algún pasodoble de Turrillas, y vuestra tía Aitzane se había agenciado un bombo del vecino del Oberena, y se vestían de blanco y nos daban la turrada a base de bien. Eran unos cabroncetes, pero muy salaos. Por la noche les preparaba una tortillica de patata, y después echábamos un mus a cara de perro. A mí eso me daba vidilla. Joder: fue un buen pifostio, aquél. Pero nos las arreglamos, y estábamos todos sanos, gracias a Dios.
En fin: portaos bien, y haced un poco de caso a vuestros viejos. Os quiere mucho-mucho,
La abuela