TIEMPO-EJE
Pedro Miguel Ansó Esarte
TIEMPO-EJE
Acabó la pesadilla de la pandemia y comenzó una nueva era para la humanidad. Los infelices años veinte acabaron arruinando la vieja cultura. Fue un vendaval que todo lo barrió. Incluso los viejos sanfermines. Dejaron de ser una celebración atávica, bárbara y local. Hoy es una fiesta moderna, culta y universal. Nada tienen que temer ni personas ni animales. Atrás quedó la borrachera, la suciedad y la agresión para dar paso a una fiesta de alegría fraterna, de refinamiento y buen gusto. Sobre el antiguo sustrato vasco-romano la ciudad de Pompeyo abandera un obligado referente internacional. Pamplona muestra con orgullo su nueva imagen.
CONTRASTES
Jokin San Julián Aranguren
– Pues a mí me da igual… ¿A ti?
– Mis aitatxis vivían cerca de aquí, en la calle Mercaderes. Se solían marchar esos días a descansar a San Sebastián, así que nos dejaban su casa y ahí pasábamos los Sanfermines.
– O sea que los has mamado…
– A mí me despertaban Las Dianas; veía los encierros desde un balcón que abarcaba desde Casa Seminario hasta la Curva de Estafeta; después, bajaba con mi hermano a los Corrales de Santo Domingo porque las moñigas de los toros todavía estaban frescas, perfectas para volar por los aires con un solo petardo de cinco pelas; como vivía tan cerca, cogía sitio en las escalericas de Teresianas, para protegerme de los bergazos del Coletas; por la tarde, cuando oía llegar a las mulillas, salía corriendo a darles azucarillos del Iruñazarra; y por la noche, antes de que saliera el Torico de Fuego, ya estaba en la Plaza del Castillo ¡Me daba tanto miedo!
– Ya…
– Ahora ya no los vivimos ahí, pero jamás he fallado. Nunca. Ni un solo año.
Mientras le contaba esto, mi amigo Pablo releía el titular del periódico del día “Este año tampoco habrá Sanfermines”.
– Déjame. Hoy pago yo…