XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA CUENTA ATRÁS

Marian Tarazona Marqueta

Había llegado hasta allí sin ninguna dificultad, se sentó en una mesa de la terraza y pidió un tinto muy frio.
Mientras aguantaba la correspondiente perorata del camarero sobre la temperatura de bodega, contempló la plaza, extrañamente vacía. Aunque, para ser martes y mediodía, tampoco le extrañó demasiado.
De repente algo llamó su atención dentro de la copa. Acercó lentamente, casi con miedo, la boca del recipiente a sus ojos y casi le da un infarto cuando vio dentro, bailando, a los Kilikis junto a los gigantes.
Se frotó los ojos y se disponía a mirar tímidamente a su alrededor, convencida de que estaba siendo víctima de una cámara oculta cuando, de repente, escuchó a través de sus auriculares un: ¿No te acuerdas qué día es hoy?
Giró la cabeza en todas las direcciones, pero no había nadie, salvo los personajes que le miraban mientras daban vueltas y bailaban sin cesar en el borde de la copa.
¡Claro que te acuerdas!…
Es 6 de julio y este año tampoco toca, decían sin parar de girar, mientras reían. Este año tampoco toca, pero volveremos en el 2022. ¡Prometido!
Y no lo olvides… Este año, más que nunca, empieza la cuenta atrás.

 

FIESTA (DISCULPE, DON ERNESTO.)

Luis Gaercía Saiz

En los 80 viajaba con frecuencia a Madrid por trabajo. Aquella mañana tomaba una caña con mi amigo Raymond, cuando dos desconocidos nos saludan: “Hi”. Nos oyeron hablar inglés. Poco después compartíamos banderillas y…nuestras vidas.
Bob, uno de ellos, acababa de llegar de Estados Unidos. Cuando dije que vivía en Pamplona su cara se iluminó. Hemingway culpable. Quería saber todo sobre los Sanfermines. Todo. Nos despedimos jurándonos amistad eterna, por supuesto.
Desde ese día, cada semana me vacilaba al teléfono: “Javi, July is coming”.
Claudiqué, viviríamos juntos el chupinazo.
La tarde anterior llegó en su BMW. Le recibí en mi casa, le presenté a mis padres y le dije:
—Ésta es tu habitación, desde ahí verás los encierros.
Se acercó al balcón lentamente, en silencio. Siempre habíamos hablado de un hotel.
—That’s great, tío— Balbuceó, abriendo los brazos.
Fueron sólo dos jornadas, pero tan intensamente vividas que aún hoy las recordamos. Nos despedimos con un larguísimo abrazo, sin palabras.
Dos semanas después, recibí “once folios once” a mano escritos desde el corazón. Las palabras más repetidas eran: Amistad, familia, ambiente, cuadrilla, cultura y txuletón. Corrida y encierro sólo cuatro veces.
Concluía su “informe” prometiendo volver, pero tuvo que regresar a su querida Delaware.