XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA TOMATINA

Miguel Salvador Muñoz

Kazuhiro se adentra por la plaza Consistorial cumpliendo un sueño. Como uno más, se adhiere al gentío, piel sobre piel, como escamas de un dragón en continuo movimiento. Expectante, espera de un momento a otro ver volar los tomates, pero lo que escucha es el “chupinazo” que anuncia el despertar de la fiesta. El dragón ruge hambriento de alegría y, zigzagueando, se expande por la ciudad. Hipnotizado, se deja llevar y empieza para él un torbellino de emociones como jamás imaginó: recorre las calles degustando las tapas típicas; se une a las comparsas de gigantes y cabezudos; corre el encierro, siete metros de adrenalina y gloria, y siempre vuelve a su hotel con unos labios tatuados en su rostro.

Sus vacaciones acaban, exhausto pero feliz toma su último café. Pero no puede partir sin antes haber realizado lo más típico de la fiesta, esas imágenes grabadas en su memoria que vio en la televisión en su lejano hogar. Y, sin pensarlo, coge un tomate maduro de la barra y lo lanza con júbilo contra un grupo de jóvenes. La camiseta blanco impoluto que envuelve al metro noventa de mozo pamplonica es ahora un cuadro de arte impresionista. Kazuhiro sigue dando saltitos sonriendo.
 

ASTRAZENECA

Miguel ángel Peñuelas Ayllón

Las nubes corren que se las pelan y sobre el cristal se deslizan las primeras gotas de agua. Siento que me sube la rabia por la garganta, que se agolpa la mala bilis. Aprieto las hojas del periódico enrollado del que sólo se ven retazos de titulares “Zeneca”, “jóvenes”, “rruecos”. Llevo, para “mi” San Fermín, el blanco azulado de mi máscara a juego hoy con la camiseta y el pantalón, cortada en sangre por el pañuelo rojo que brota en mi cuello. En el televisor de la cafetería las siluetas de los corredores ante la manada. Hace un par de años. Un mutismo sepulcral se cuela entre los cafés y nadie jalea ni exclama la esquiva, en el último instante, al mortal cuerno del toro manchado. El silencio se agosta en los labios sellados por las mascarillas sanitarias. Manuel y Luisa fallecieron antes que llegase su vacuna; a Fidel no le menguan los dolores de cabeza, pasó el bicho. A Marina le cerraron la empresa. Y, Angustias, hija, siempre pendiente del otro, ¿cuándo volverás de esa horrible frontera de concertinas, playa de arena que entierra la esperanza de miles de jóvenes mojados, desesperados por huir de otra muerte, más honda que la del toro?