LA VENTANA
Sagrario Loinaz Huarte
La madrugada del 6 de julio, Patxi no despertó. Sobre su pecho el pañuelo de San Fermín.
Unos días antes…
-Patxi ¿Cómo estamos hoy?
-Muy triste doctor. ¡Mucho tiempo ingresado con el covid y temor de no celebrar el chupinazo con mi familia!. ¿Cuanto falta para San Fermin?
-Una semana, -respondió el doctor-. Patxi, le conviene descansar y no pensar en ello.
El doctor comentó la grave situación de Patxi con los compañeros del hospital, e idearon un plan con ayuda de su familia.
El 5 de julio, el doctor entró a la habitación de Patxi, le dió un pañuelo de San Fermín y con una tablet conectaron con su familia… hijos.. .nietos… ambiente sanferminero… emoción… nostalgia… abrazos virtuales…
El doctor abrió la ventana y escucharon el chupinazo al tiempo que la familia brindaba por él.
Patxi lloraba de alegría y con un hilo de voz decía “VIVA SAN FERMÍN” “GORA SAN FERMÍN”
-¡VIVA! -Respondía la familia- ¡GORA!
Despedidas… -¡MAITE ZAITUGU AITONA!… -¡MAITE ZAITUGU AITA!… ¡BESARKADA BERO BAT AITA!…
Cortaron la conexión.
-¡Gracias, muchas gracias doctor, me siento feliz!
-Mañana nos vemos Patxi -dijo el doctor mientras cerraba la ventana y el silencio volvía a reinar en la habitación.
Llamada… -Podéis parar la grabación.
ESCALONES RECURRENTES
Aitor Anaut Ruiz
Tengo una pesadilla recurrente en la que subo por unas escaleras que nunca terminan, que no llevan a ninguna parte. Subo más y más escaleras, y nada más que más escaleras es lo que me espera. No siempre son las mismas: a veces son las del colegio de mi infancia, tras las cuales me espera un examen al que llego tarde, y al que nunca llego. Otras veces son las escaleras de un hospital, que subo al galope mientras una ruleta de rostros y catástrofes me persigue sin mostrar jamás ningún resultado. Pero la mayor de las veces, regreso a las escaleras que me guiaban al piso vacío de mis padres aquella calurosa noche de julio, de hace ya demasiados años. Vuelve el calor de aquella mano sudando contra la mía. Hasta que la desesperación puede conmigo, deteniéndome para darme la vuelta y reencontrarme, tanto tiempo después, con aquel rostro. Pero justo antes de lograrlo… Despierto.
Pero, esta vez la pesadilla es diferente. Aunque hayamos subido más escalones que nunca, y no sepamos cuántos más nos quedan por subir; sabemos qué nos espera al final de esta escalerica: los sanfermines. Ahí están, esperándonos.