XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL VERANO DEL COHETE

Baldomero Dugo Navarro

Un minuto antes era primavera en Pamplona. Espoleadas por el chupinazo, miles de gargantas se encendieron al unísono, entonando cánticos de fiesta que se prolongarían durante días, inundando la ciudad de sonrisas rojiblancas y de calor humano.
Al igual que en calles y plazas, en el interior del Teatro Gayarre el venerable público también irradiaba felicidad, ovacionando con entusiasmo a Don Paco junto a su elenco de actores y actrices. Conmovido por aquel cariño desbordado, el veterano cómico se prodigaba en reverencias con una pícara expresión dibujada en su rostro.
Algunos días después, teniendo aún el corazón desbocado a causa de las vivencias durante los Sanfermines, Don Paco y su mujer fueron a ver una película al cine Diorama, sito en la Ciudad Condal.
Las luces de la sala se apagaron y un haz luminoso se desparramó sobre la blanca pantalla. De pronto, la grandilocuente voz del NO-DO informó acerca del evento del siglo: ¡la llegada del Hombre a la Luna!
Al contemplar los torpes saltos que daban los astronautas, el cómico no pudo reprimir una sonora carcajada.
– ¿De qué te ries ahora, Paco?
– No sé, Consuelo, solo pensaba en lo desastroso que sería celebrar un encierro en la Luna…  

CARTA AL TORO BRAVO

Julio R. Carmona Limón

Hola toro: No te arranques, no te estoy citando, solo saludando. Nunca he estado en San Fermín, ¡pobre de mí!, aunque sí en Pamplona. Hice el recorrido. Es distinto verlo en televisión. Pasó algo curioso. A medio camino te olí. Los toros bravos oléis igual que los mansos. Aquel airecillo inesperado abrió la puerta de mi recuerdo. Con seis años fui vaquero: Margarita, Marinera y Señorita. Margarita era la mansita, me lamía la mano con su lengua babosa.
Maldita pandemia. Quería ir a los sanfermines, por fin, en 2020 pero el bichito me lo impidió. Me gustas, toro. Tu nombre, literatura. Tu hermosa hechura para la pintura. Tu cola para la gastronomía y para espantarte las moscas. Tus pitones para los diálogos insomnes e interminables de los toreros con la muerte. Relatan con sus envestidas la enciclopedia caprichosa de tu bravura. Las corridas de toros son -quería decírtelo- como sacar agua de un pozo inagotable. ¿Maltrato? La lidia es la ceremonia del respeto a tu condición. Todo me lo dijo tu lengua. Ahora te tengo en los toriles de mi armario. Es una camiseta con la imponente imagen de tu cuerpo y tus cuernos, mirándome con fijeza, lamiéndome con la nostalgia del mañana.