XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


DE BLANCO Y ROJO

Mªpaz Plaza Santamaría

Cuando queda poco tiempo para que lleguen los sanfermines, me pongo en la piel de Darío, el amigo de mi hermano. Le vemos alborotado de puro entusiasmo, de pura emoción; hay que verlo para creerlo. Qué gracioso es, con qué intensidad lo vive.
Lo suyo es pura devoción, le entran esas ansias, por dentro, de disfrutar de la fiesta, y le sale todo por los poros de su piel, de tal manera que, a los que estamos a su lado, nos contagia con su emoción y pensamos que es algo muy fuerte lo que le tiene enamorado.
Entonces, busca, con resolución, en el altillo del armario empotrado de su habitación y por fin, encuentra una caja de almacenaje de la que saca su pantalón y camisa de color blanco impoluto y su fajín y pañuelo rojos, que desprenden un cierto olor a naftalina. Hace, con las manos, el gesto de alisarlo, cuelga la ropa en unas perchas y las pone en la pequeña terraza para que se aireen.
Con ese ritual, Darío nos da entender que empieza la fiesta; ya sólo piensa en el chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento; los sanfermines son para él un sentimiento que se vive en las calles.

 

ME LO DIJO,,,

Manuela Sans

No queda nada, me digo a mí mismo mientras recorro ansioso las calles de Pamplona con el afán que dan las prisas y el tic tac del reloj. Blanco y rojo. Más rojo que blanco. El blanco se vuelve oscuro. Sólo unos minutos. Me ahogo en mi propio aliento, los pulmones aprietan y me advierten de que no dan para más. Pero algo me dice que no pare, grita para que siga corriendo. Está allí, a la vuelta de la esquina, no queda nada… Gritos (¿de ánimo?) y más blanco… y más rojo. El rojo empieza a cubrir mis ojos, el blanco se difumina. Me lo contó mi madre que sería así. Me advirtió la noche anterior mientras yo miraba a otro lado dándole a entender que no me importaba lo que me contaba.
Luces de flashes ciegan mis ojos, esos que eran negros y ahora están teñidos de rojo. Ya queda menos. La saliva cae por mis barbas como chorros de agua sucia. Me tiembla la plaza, me tiembla el rojo, el blanco y el negro. Caigo al suelo y los gritos de júbilo me indican que ya está.
Se acabó.
Me lo dijo mi madre que sería así.