XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


MI PRIMERA VEZ

Mirentxu Arana Lesaca

Mañana me lo llevo al encierro, ya son cinco añazos. Aquellas palabras cayeron sobre mí como orvallo sobre el césped.
Vestido de punta en blanco, escalé los hombros de mi padre, la atalaya más fuerte, la más firme, la más alta.
La mañana estaba radiante, el pavimento recién regado olía a limpio, mi corazón amenazaba con estallar. Cuando llegó la manada contuve la respiración. Hombres y toros disputaban asfalto y protagonismo. Años más tarde me hubiera hecho pensar en el Minotauro, entonces no. De repente la imagen de mi tío Carlos, el hermano pequeño de mi madre, el incontestable héroe de mi infancia, el que me había contado con pelos y señales cómo había encontrado un nido de aviones en la Media Luna…mi tío Carlos tocando pitón.
Lo juro que yo no quería…
-¡Mecagüen el crío!
Y de pronto me vi sobre la acera, descabalgado, mojado de pies a cabeza y llorando a gritos, con síndrome agudo de paraíso perdido.
Aquellos sollozos despertaron a mi madre, que me tomó en brazos y me mudó el pijama.
-Este crío yo no sé hasta cuándo va a tener pesadillas y a mearse en la cama, que ya son cinco añazos…
 

EL HILO ROJO

Erika Martín Artázcoz

No a todo el mundo le gustan los sanfermines. Sí, parece increíble. De todo tiene que haber en esta vida, como diría mi abuela. A mí se me clava algo en el alma cada vez que alguien los menosprecia. ¿Pero es que acaso no sienten la subida de emoción con el chupinazo? ¡Qué nervios me entran solo de pensarlo! Estarán muertos por dentro. Ay, hija, es que la fiesta por la noche es muy mala. Eso sí que me molesta… ¡Los sanfermines no son solo alcohol y noches locas! Sí, sí, pero es que hay demasiada gente… ¿en serio? Otra punzada en el alma. Es que claro, como soy pamplonesa, me creo que todo el mundo vive la emoción… ¿Y qué hay de toda esa gente que vuelas horas y horas para venir a sentirla también? ¿Tendremos acaso un adn diferente todos los emocionados con los sanfermines? Y en ese momento pienso en un hilo, un hilo rojo. Un cordel invisible a los ojos que une e impregna a todas las almas sanfermineras del planeta. Y les hace sentir el cosquilleo, el hormigueo y la ilusión. Que cada 6 de julio brillan sus ojos. Esas almas sanfermineras existen. Quien lo probó lo sabe.