XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL ÚLTIMO VALS

Sonia Vidal Rico

Se coló por el ventanuco cayendo al camastro exhausto después de recorrer la distancia desde Ansoleaga por los tejados. ¡Había recuperado el manuscrito perdido entre las ruinas del Palacete de Aguirre! Estaba eufórico, sin aliento, tembloroso. Encendió una vela y degustó sus versos antes de dormir.

De Asia vinieron dos Reyes, cuna y mezcla de civilización.
Morenos, rasgados, curtidos de sol.
Con ellos viajaron colores, sedas, lana y algodón.
Leyendas de luchas trajeron, de turcos y persas, de asirios y babilonios,
del valle del Indo y de Sumeria.
Viajeros de mundo llegaron con oro, plata, ébano y coralina.
Cargados de vino y aromas, de jengibre y azafrán.
Yelmos y ropajes de cuero en sus conquistas.
Bordados, sedas, joyas y perfumes en sus noches de ensueño, en sus danzas y en sus ritos ancestrales.

Súbitamente, un grito le sacó de su aventura nocturna.
¡Iosu, despierta!
Se lanzó escaleras abajo embrujado por el fuerte aroma de café con suave canela que su abuelo preparaba cada mañana en San Fermín. Era día 14 y su sueño sería la inspiración para su primer último vals con su reina.
Iosu, dijo su abuelo: “¡Disfrútalo! El último vals sabe cómo el primer beso, palpitante, inquieto, nervioso, siempre fascinante y eterno”.

 

MIS CINCO MINUTOS CONTIGO

Izaskun Ramirez Berjano

Pasan los años e inconscientemente me descubro soñando con los ojos abiertos. Nuestros momentos juntos en Sanfermines, y ahí estamos en el paseo Sarasate viendo al barquillero, haciendo tiempo para que empezara el espectáculo de luces con agua fue tan especial, mágico y diferente.
Luego me saltan los años y nos veo esperando como tanta gente que salgas las peñas de la plaza después de la corrida, como tú me decías – estate atenta a la nuestra. Yo no quitaba ojo y te decía – ahí, ahí están, es la nuestra. Nos uníamos a ellos, dejándonos arrastrar por la música bailando, para llegar a la peña y con unos bocatas, ver los fuegos artificiales. Otros momentos me descubro ante la hornacina de San Fermín y te veo como me contabas las veces que ante ella le cantabas, el famoso a San Fermín pedimos, para que te echara un capote durante el encierro, y que con el pasar de los años fuiste cambiando de sitio, pero siempre le cantabas con tu periódico en la mano, y la de buena gente que habías conocido allí.
Son ya veintiséis años sin ti papá, pero siempre dejo volar mi mente a nuestros cinco minutos juntos.