XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL BOX SIETE

Alfredo Cot González

—¡Varón! ¡30 años! ¡Shock hipovolémico por asta! —Grita el enfermero.
Una carrera a las entrañas de Urgencias. Las puertas de cristal se abren de par en par. Un equipo de sanitarios corre hacia la camilla. Tú no ves nada, no sientes nada y nada oyes entre esos gritos que retumban en tu fatal inconsciencia. Tan solo una nube de pañuelos rojos en un cielo blanco.
—¡Rápido! ¡Box siete! —Grita el médico.
Todo ha comenzado unos minutos antes, al doblar la curva de la Estafeta. Maldito arrebato. Ya nada tiene solución. Las ánimas aparecen dibujando su perímetro sin pedir permiso para asumir relevancia como temidos espectros del rojo y blanco.
Te preguntas por qué lo último que oyes son las notas del «Pobre de mí» ¿Puede un corazón, herido de muerte, soportar tanta emoción?
En el box siete ha caído el sol. Tu ruedo, donde sangre y arena son tu territorio, tan textual como súbito e inesperado. Repites sin querer la hazaña de tu vida, la última. Inmóvil en una paz impuesta. Hasta que sobre ese silencio y el murmullo de los demás, avanza débil, una voz:
«Hora de la muerte, 10:30».
 

SAN FERMIN

Jesus Urra Olaizola

Estaba San Fermín, paseándose por la Rochapea. Era un día maravilloso de finales de mayo.
Ya se acercaban las fiestas de su nombre que en Pamplona se celebran a primeros de Julio.
Estaba un poco compungido, ya que en los últimos años sus fiestas se habían desmadrado un poco y en cierto modo parecían bacanales.
Vive Dios, decía para sus adentros, como me voy a presentar yo ante el Buen Dios, el día que muera y me pida explicaciones sobre mi vida. Tengo que encontrar razones y disculpas que El me admita.
Diré que los australianos, esos seres locos, como ellos solos, y que son capaces de tirarse desde un puente cuando no hay agua en el río son los que están contaminando las fiestas.
También diré que los toros de los encierros ya no son de Miura y que los están trayendo de China. Es la influencia de la maldita globalización.
Claro estos morlacos no tienen la enjundia de nuestros maravillosos toros hispanos, pero parece que tenemos que ceder en aras de la globalización.
Las peñas Pamplonicas, tan festivas antaño, también se han adaptado a los tiempos modernos y ahora ya no cantan el “Oberena es la peña de más alegría”