XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


DÍA 13

María Baigorri Lucea

Era día 13. Volví a salir. Ya sin fuerzas, pero con latido. Venga, que esto se acaba. Mi faja roja se agarraba al viento en cada paso y alborotaba mis ganas de apurar el tiempo. Pasé por la calle Calderería y le recordé brindando con los ojos llenos, sosteniendo con cuidado todos los besos de aquel amanecer. Quise pensar en otra cosa. Me senté en el suelo de la plaza del Castillo. La fiesta se me amontonaba en los ojos. Miré hacia la calle Chapitela. Y le vi. Llevaba mi pañuelo. Once años después. Ese con el escudo de Pamplona que me desanudé del corazón. Volví la cabeza, pero él ya me había visto. Nos contamos mentiras y bebimos vino. Le dije que todo me iba bien y que aquel 13 de julio quedaba muy lejos. Él sonrió. Y dijo en voz muy baja que fue una locura. Después me besó en la nariz. Y se fue. ¡Venga, que esto se acaba!, gritó. Y pensé que San Fermín nunca termina de marcharse. 

CLARINERO

Elena Indurain Eraso

Yo, Clarinero, esa mañana no amanecí como de costumbre en la dehesa salmantina. No conseguía ver a Tanguito ni a Cuernotieso, pero sí a Cascabel y a otros cuatro astados de la finca. El aire olía a fiesta, a alegría y devoción.
De pronto, un cohete rompe el silencio y una cancela se abre a una libertad ansiada y no reconocida. Emoción en el cuajar y en el librillo al vislumbrar manchas blancas y rojas por todas partes que quiero enganchar sin éxito. Me resbalo en los adoquines húmedos y me empotro en una pared curvada como los cuernos de Zeus. Atrevido me aplasta como si se le fuera la vida en ello.
Las siluetas blancas y bermejas me recuerdan a José nuestro pastor, pero corren mucho más rápido, se cruzan entre ellas y algunas caen delante de mis pezuñas.
Y al pasarles por encima deduzco que probablemente me hayan traído a las fiestas de San Fermín, y de ser cierto, pienso en cómo voy a sentir dejar este mundo sin probar las pipas Facundo.