XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


YA FALTA MENOS

Kike Balenzategui Arbizu

De todas las personas de la residencia que estaba junto a la Ciudadela solo ellos dos quedaban por vacunar.

A los más mayores les habían puesto la segunda dosis de la “Sanffer” y todos estaban bailando de contentos.

Como no podía ser de otro modo, el abuelo de la coleta y el otro hipster con barba recibieron la “Moderna”.

A otra parte de la cuadrilla les había tocado la “AstraZaldeneka” y ¡no veas como trotaban por el jardín!

La pareja de japoneses, que no conocían mucho Pamplona, fueron a vacunarse con la abuela que tenían como vecina de habitación.

Al francés le hizo un poco reacción y le estuvo doliendo el brazo una semana. Comentaban que este “gabacho” era un negacionista pero solo era un quejica. Sin embargo, a su compañero de andanzas, lo que le dio fue un antojo de comer patatas.

Por otra parte, ninguno de los que ostentaban cargos políticos utilizó sus contactos para vacunarse antes y aguardaron pacientemente su turno.

Y por fin les llamaron para recibir su dosis. Tenían que ir al vacunódromo de Maristas el 14 de julio. Chocaron el codo y sonrieron. Los dos sabían lo que aquello significaba: “Ya falta menos”, le dijo Berrugón a Caravinagre. 

EN LOS SANFERMINES

Amalia Santos Bouza

Cuando pequeño disfrutaba contemplando aquellos inofensivos encierros, hasta que ya de adulto quiso tomar parte.
Dedujo que las probabilidades de salir herido eran escasas. Veamos: ¿Cuántos participan? ¿Y cuántos terminan lesionados? Simple estadística.
Al llegar a Pamplona, calculó que junto a los vallados tendría inmunidad y que los toros, acosados por el gentío, estarían medrosos. Simple psicología.
El inexperto Joaquín, de blanco y rojo, asistió confiado a la primera jornada y tuvo que situarse en el mismo centro de Mercaderes entre un grupo compacto de participantes.
Los protagonistas salieron puntuales y una ola de temeridad se movilizó desde el fondo. Detrás, venían hombres con la cabeza volteada mirando a la zaga. Joaco demoró en reaccionar; quiso retirarse de en medio pero otros hicieron lo mismo, empujándolo. Algunos cayeron al tropezar con quienes se atravesaban y un toro, espantado, se acercó al galope. Joaquín fue despedido y cayó a horcajadas sobre el enorme animal. Sujetándose de los cuernos hacía esfuerzos para equilibrarse. Simple física.
Muchos espectadores aplaudieron su valor cuando otros voceaban: “¡Bájate! ¡Está prohibido montarse!”
Él, impotente, chillaba, pero ovacionado por la multitud llegó a la plaza -simple maestría- donde, endiosado e imbatible, con ayuda de varios mozos, alcanzó a bajar ileso. ¡Pura suerte!