XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA APUESTA

Eneko Esparza Ezkurra

Hoy el cuerpo no está bien. Hace unos años un seis de Julio hice una apuesta y veo que la voy a perder.
Quedamos mis hermanos y yo con los cuatro sobrinos. La intención era ver el chupinazo en alguna pantalla y decidimos hacerlo tomando algo y comiendo unos fritos.
En el primer bar apenas se veía, fuimos al más cercano y encontramos un espacio.
La tele mostraba las imágenes del Ayuntamiento. La plaza estaba llena de gente esperando que el chupinazo fuera hacia el cielo Pamplonés.
Mis dos sobrinos mayores, tendrían 10 años, decían:
– ¡Cuánta genteeeee…! ¡Qué pasada…!
Yo les dije,
– En unos años estáis ahí.
Los dos se miraron y rieron.
– Venga yaaaa… ¿Estás loco?
Me puse farruco y lancé mi apuesta:
– Si antes de los dieciocho no habéis entrado un seis de Julio al chupinazo os doy cincuenta euros a cada uno.
– ¡Valeeeeee!
Yo creí que ganaría, ellos también, y año tras año lo mencionan.
– ¡Tio, acuérdate, lo del seis de Julio!

No vale, llevamos dos años sin San Fermines por causa del Covid.
Por suerte, ellos ríen.
– Habértelo pensado antes… vete preparando la cartera, cincuenta cada unoooo…
 

¡MÁS MADERA!

Jesús Gella Yago

Las primeras noches de junio los nervios solían estar a flor de pino roncalés.
Los carpinteros podían llegar en cualquier momento para cargar las piezas que inaugurarían el montaje del vallado. El último año las de Santo Domingo se llevaron un chasco porque empezaron por el callejón. Pero ya van dos años que esas noches de junio transcurren sin sobresaltos.
Un tablón joven que se estrenó precisamente en 2019 no para de suspirar.
—¿Y a ti qué te pasa? —le preguntan unas falcas revoltosas.
—Esperaba averiguar quiénes son S. y J. —responde.
El último día de las fiestas de 2019, domingo de Miura, le grabaron aquellas iniciales y un corazón muy cerquita de su código. Fue tan rápido que ni se dio cuenta.
—Me quedé sin saber si eran Sara y Jon, o Stephen y Julia —se lamenta—. Quizá fueran Sergio y Jimmy, o puede que Sophie y Julene. Solo recuerdo oírles decir que al siguiente año volverían para comprobar que su promesa seguía en mi piel.
—Y volverán —asegura un veterano poste con el logo de Cruz Roja.
Todas las piezas, incluso los tornillos, se tranquilizan al escucharlo. Confían en su sabiduría de décadas y saben que tiene razón.
—Todo el mundo volverá…