TRAS EL TELÓN DE LA FIESTA
Francisco Lorenzo Venancio
La gente espera el lanzamiento de los fuegos artificiales, inconscientes de nuestra labor tras los muros. Vamos en penumbra, todos en orden, toros, cabestros y pastores. Hoy es el primer día que papá me deja acompañarle, es mucho mejor ser partícipe que construir ilusiones desde casa, todas mágicas y utópicas, de cómo sería este «encierrillo», a la espera de su regreso. Vamos subiendo por la cuesta que va a Santo Domingo y en cierto punto, mi padre se gira y me guiña un ojo. Sé que nunca olvidaré ese gesto cómplice. Un aura de sensación por el deber de un buen trabajo, sólo enfocado al correcto desarrollo de la fiesta, nos envuelve a todos y embriaga a partes iguales. Contentos al dejar los toros preparados para la mañana siguiente, la alborada comienza hipnótica.
EL COHETE
ángel Mari Andueza Martinena
Estruendo de mirlos, estallido de espadas sobre los cristales del adoquín, inmersión de cordones al pie de las zapatillas, pañuelicos para abrigar noches desnudas saltando de uno mismo para aterrizar en la fiesta de madrugadas de vallado. El fragor del jolgorio es una avanzadilla de la proyección de la alegría que se libera de las ataduras de una realidad encorsetada que ha de disfrutar de los fuegos artificiales de un despertar de esperadas auroras. La fiesta en los puntos neurálgicos de la juventud es volcán alado en el paroxismo del subconsciente. Y todo se me desbocó cuando una descarga eléctrica llenó de blanco y rojo las calles de Iruña con unas consecuencias de voltaje desmesurado, inabarcable e indescriptible.