XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA PLAZA

Enrique Paton Benítez

Nunca podré olvidar el día en que mi padre me llevó a la plaza. Más allá de las ventanas, miles de personas vestidas de blanco cantaban. El ruido era ensordecedor. Dentro, había pastas y jamón, y mucha gente. Uno de ellos llevaba una cámara y luego me dijeron que habíamos salido en la televisión. Yo estaba extasiada. Todo a mi alrededor era una hermosa locura. Me aferraba a mi padre con miedo a perderlo. De repente, salimos al balcón y todos callaron. Oí una voz, una explosión y el mundo estalló. Mi padre me puso un pañuelico al cuello. El resto, brindaba con copas de champán y se daban besos. Por si no llevaba suficiente susto encima, cuando bajábamos las escaleras un ser abominable nos salió al paso. Vestía de verde, tenía una cabeza enorme y verrugas en el rostro. Y, como dice mi padre, cara de mala uva. Corrimos escaleras arriba mientras él intentaba golpearnos con algo. Yo daba tumbos sobre los hombros de mi padre y miraba hacia atrás horrorizada. Pero la cabeza le debía de pesar mucho y el monstruo pronto dejó de perseguirnos. Ese fue el comienzo de algo que no se puede explicar con palabras. Yo tenía tres años. 

EL DESPERTADOR

Manuela Gómez García

Sucede que a veces me abstraigo, dejo mi mente divagar y me ausento casi por completo de la realidad. Reconozco que este hecho me ha puesto en más de un apuro, como cuando iba paseando por la calle Estafeta de Pamplona y yo notaba un murmullo de gente que gesticulaba con vehemencia. No sabía qué era lo que querían decir y tampoco me interesaba mucho, ya que iba escuchando en mis walkman «La Canción más Bonita del Mundo», de La Oreja de Van Gogh. En esto algo me hace reaccionar, alzo la vista y me encuentro de frente ante un «Jandilla» bragado que me mira fijamente. Justo en ese momento oigo un pitido agudo, quiero correr, pero algo me empuja por el hombro. Es mi pareja que me avisa de que el despertador lleva sonando cinco minutos con la melodía de La Oreja de Van Gogh.
Nunca me he levantado con más agrado para ir al trabajo.