XIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


RECUERDOS DE PAMPLONA

Caty ( De Catalina) González Torrijos

Pamplona en invierno, nieve, y frío, unos abrigos de piel, de visones y de garras, lluvia y calles despobladas, rosarios a misa y bares llenos, siempre llenos, y en julio, en días de la Fiesta Grande, paseos, calles y locales atestados de rojiblancos bailongos de miradas alegres, bebidos y comidos sin parar, con pausas indispensables para cantar y dormir incluso en la plaza a la que no se va a ver toros, ni toreros, ni faena, sino a seguir con lo mismo. Sentados en graderías calientes de tendido o de andanada, los blusas comparten con forasteros de al lado la merienda de cazuela y el tinto al calor del sol, de las palmas, de las risas y de las canciones. San Fermín, colores, sonidos, voces, olores a sudor y a lluvia de vino, música de tambores y trompetas que se turnan al compás de un movimiento en oleaje rítmico. Blancos y rojos ondulando en la plaza de toros de Pamplona. 

VENGANZA

Alicia Marlene Perez

Tenía un pequeño negocio en la calle estafeta de la ciudad de Pamplona, el confinamiento obligado hacia que cuestionasen si se llevarían a cabo las fiestas de San Fermín o terminaría por ser otro año más de añoranza detrás de la ventana. Mi tío escéptico sobre sus ganancias deseaba más que nada se pudieran realizar. Él me había contado que una vez estuvo trabajando en exceso para las fiestas y salió des preocupadamente olvidando cerrar la puerta de entrada, que caminó y dobló a la derecha y vio frente a él a un toro y este al verlo sacudió sus patas traseras, bafeando. La callejuela era angosta y el retrocedió corriendo hacia otra calle lateral por la que venía corriendo otra muchedumbre y un toro enorme detrás. y tomando nuevamente su calle pero a la inversa, otro toro delante azuzado por el gentío que al verlo se lanzó enfurecido hacia él. Éste, desesperado, corrió hacia el negocio empujando violentamente la puerta y cerrando tras de sí en el momento que el toro se incrustaba en la madera y mi tío balbuceante y envalentonado le decía:
– ¡Deja que yo te coja, que vas a salir echo bistecs a lo San Sebastián de los Reyes!