LOS SANFERMINES SON UNA FIESTA AÚN SIN TOROS
Marcelo Medone
En el verano de 2019 —el último antes de la pandemia— recorrimos Europa en plan mochileros.
Habíamos salido de Buenos Aires en pleno invierno austral y habíamos tardado más de veinte horas en llegar a Barajas haciendo trasbordos. De Madrid nos fuimos a Barcelona, luego pasamos a Marsella, subimos a París, al país vasco francés y al país vasco español. Recalamos en San Sebastián. Entonces, mientras nos tomábamos un txakolí bien fresco frente a la playa, Ernesto me dijo:
—¡Vámonos a Pamplona, a ver los toros!
Lo miré con cara de asombro.
—¡Pero si en la Argentina está lleno de toros! ¿Qué necesidad tenemos de ver toros acá en España?
—Nos falta esto en nuestra lista de “Mil Cosas que Hacer Antes de Morir”, Pedrito querido. Que nos corran los toros. Y nos tomamos unas cervezas y brindamos con todas las chicas guapas de Navarra.
—Acá en Donostia también hay cerveza y chicas guapas.
Total que al final nos fuimos a Pamplona.
La ciudad estaba abarrotada. Terminamos en un hostel económico.
Nos vestimos de blanco, conseguimos unos pañuelos rojos y salimos a la calle.
De entrada, nos liamos con dos guapas locales.
Los toros no los vimos. Pero pasamos una semana de pura fiesta.
CIUDADANO KANE
Elena Olivella García
Ha muerto Charles Foster Kane, el magnate de la comunicación, en Xanadú, su mansión. La expectación en torno a su fallecimiento no se ha hecho esperar. Fuentes fidedignas dicen que la última palabra que ha pronunciado Kane, antes de pasar a mejor vida, ha sido “Sanfermines”. El mundo de la prensa, con Jerry Thompson a la cabeza, y la población en general, ansían desvelar el significado de esta enigmática palabra. Se especula que puede ser el título de una obra de arte, el nombre de una isla paradisíaca e incluso un código secreto. Cuentan que Kane tenía en la mano una bola de cristal en cuyo interior había la figura de un toro y al girarla caían unos triángulos colorados.
Algunas pertenencias de Kane están apiladas para echarlas al fuego y entre ellas, un pañuelo rojo que guarda unas anotaciones manuscritas en las que puede leerse: “No recuerdo haber sido más feliz y saborear la vida en toda su dimensión que cuando estuve en los Sanfermines. Sentí una emoción indescriptible, una sensación de camaradería que jamás he vuelto a experimentar, un despertar a la vida que ninguno de los lujos que me he podido permitir a lo largo de mi existencia me han dado”.